Pero
un golpe de Estado no se perpetra de la noche a la mañana. Y sobre
todo, un golpe de Estado no triunfa sin un apoyo financiero sólido
detrás tanto para el armamento necesario, el mantenimiento de las tropas
y, sobre todo, el sostenimiento del nuevo Estado que nace después de
una Guerra Civil tan devastadora como la que sufrió España.
El
economista, banquero, marqués y un sinfín de epítetos más José Ángel
Sánchez Asiaín (Barakaldo, 1929) publicó en 2013 la obra La financiación de la Guerra Civil española (Crítica),
que, además de ser premiada con el Premio Nacional de Historia de
España de ese año, recoge al detalle los apoyos económicos y financieros
que obtuvieron por un lado los golpistas del 18 de julio, y, por otro,
una vez comenzada la Guerra Civil, los respaldos financieros que obtuvo
la República y los franquistas.
En este sentido,
cabe destacar que una de las principales conclusiones que se puede
obtener de la detenida lectura de la obra es que prácticamente nadie
salvo la URSS y de una manera muy discreta Francia se atrevió a
comerciar con la República ya sea por miedo al comunismo o a los aliados
nazi-fascistas. Mientras que, por otro lado, el golpe de Estado que
provocó la Guerra Civil y que tuvo su única justificación en la consigna
de “salvar a España” estuvo financiado prácticamente en su integridad
por capital extranjero que impuso altos intereses. Por lo que el
autodenominado Movimiento Nacional no era tan Nacional como alardeaba.
Cuando se cumplen 80 años del golpe de Estado militar que arrastró a España a la Guerra Civil, Público recupera
la obra de Sánchez Asiaín poniendo el foco en aquellos países, bancos y
personajes que financiaron el golpe de Estado del 18 de julio y que le
dieron soporte financiero en sus primeros meses, a pesar de haber
fracasado en buena parte del territorio y de saber que ese dinero estaba
destinado a la destrucción del país.
Juan March
El
banquero y contrabandista Juan March, cuya familia sigue disponiendo de
una amplia fortuna, era el hombre más rico e influyente de la España de
1936 y no tuvo ningún reparo en financiar todo tipo de acciones para
socavar la República. Primero, alentando la “conspiración”. Después,
facilitando medios para que la rebelión fuera una realidad en 1936 y,
posteriormente, siendo generoso con su dinero especialmente en los
primeros momentos a la hora de financiar la compra de todo tipo de
material de guerra.
Juan March
Es
imposible cuantificar cuánto dinero puso March a disposición de los
militares sublevados. Las cifras de historiadores y periodistas han
oscilado entre los mil millones de pesetas y los 15 millones de libras
esterlinas más la financiación de buena parte de la intervención
italiana en Mallorca. De cualquier modo, sí está claro que ya March en
los primeros días del golpe de Estado puso a disposición del general
Mola 600 millones de pesetas de la época a través de una cartera de
Valores. Así, también pagó el alquiler del avión inglés que llevó a Franco de Canarias a Marruecos y
en avalar cuantos créditos fueran necesarios para la causa franquista,
no sin antes establecer unos intereses beneficiosos para él y sus
socios.
El banquero, asegura la obra de Sánchez Asiaín, también se
ocupó de dar solución a una cuestión de tanta importancia para un
conflicto militar como el suministro y financiación del petróleo que
utilizó el llamado ‘Gobierno de Burgos’. March ofreció las garantías
suficientes a la empresa norteamericana Texaco para financiar los
primeros envíos de petróleo a los sublevados, que dejaron de suministrar
petróleo a la República, a pesar de los acuerdos firmados con ésta. El
autor, además, añade: “No está documentado pero parece también claro que
España recibió petróleo de Portugal siendo también March el financiador
de esas compras”.
El dinero de Juan March también
sirvió para sufragar las escuálidas arcas de Falange. El propio José
Antonio Primo Rivera había afirmado en 1934 que “uno de los primeros
actos del Gobierno de la Falange será colgar al multimillonario
contrabandista Juan March”. Sin embargo, 1936 el dinero de March ya
fluía en las arcas revolucionarias de los falangistas, primero a
disgusto de José Antonio y después con su aprobación.
La Portugal de Salazar
Escribe
Sánchez Asiaín que “la ayuda de Portugal a la sublevación fue realmente
importante y generosa. Aunque dada la limitación de recursos que
Portugal disponía, esa ayuda fue, en su volumen y regularidad, muy
inferior a la ayuda prestada por italianos y alemanes”. La importancia
de la ayuda de Portugal fue que se produjo en los primeros días del
golpe cuando los sublevados estaban en una situación de inferioridad.
El
país luso se convirtió, de hecho, en el receptor formal de armas por
cuenta de Franco. El país pasó de prácticamente no existir en la lista
de receptores de armas a ocupar el tercer lugar mundial en la lista de
clientes de la industria bélica de la Alemania nazi y la primera
europea. El apoyo fue clave para salvar el pacto de no-intervención y
como retaguardia de apoyo logístico ya que servía de comunicación de la
zona franquista, que había quedado partida en dos tras el fallido golpe
de Estado.
La obra acredita además que el gobierno de la dictadura
portuguesa puso a disposición de los franquistas todo tipo de recursos
financieros, créditos de bancos portugueses y una amplia protección
política y diplomática. “Así, queda constancia de que en 1937 y desde el
Banco Espíritu Santo de Lisboa se comunicaba a 37 representantes
diplomáticos españoles que les remitían unas determinadas cantidades
económicas”.
La Diputación Foral de Navarra
Navarra
gozaba de un régimen foral que otorgaba a la Diputación Foral el
control económico y fiscal del territorio. El economista y banquero
acredita que la Diputación Foral de Navarra mantuvo una “importante,
generosa y constante ayuda institucional a los sublevados”. El mismo 24
de julio de 1936, el general Mola dio orden a la Diputación para que le
habilitara un crédito por dos millones de pesetas para hacer frente a
los gastos originados por “el movimiento emprendido para salvar España”,
crédito que posteriormente sería liquidado sin ser abonado.
La
Diputación de Navarra también creó una serie de impuestos de guerra que
sirvieron para recaudar 13.942.813 pesetas que fueron puestos a
disposición de la “causa nacional”. Este dinero sirvió para, entre otras
cosas, adquirir aviones para la defensa de Pamplona, cancelar el
crédito a Mola, poner un coche blindado a disposición de Franco,
motocicletas para el general Varela, una pensión de 1.840 pesetas a las
hijas de Mola para gastos educativos o el pago de la factura de 4.700
pesetas presentada por el Colegio de Arquitectos vasco-navarro por la
confección del proyecto del chalet para la viuda del General Mola.
Carlistas
Otra
importante fuente de financiación de la sublevación fueron los
donativos que hizo un grupo muy selecto de carlistas, económicamente
bien situados, entre los que pueden citarse Joaquín Baleztena, Miguel
María Zozaya y Fernando Contreras. Pero lo que constituyó una
excepcional fuente de financiación, explica el autor, fue el sistema
regular de cuotas que los carlistas tenían establecidos desde 1934, de
acuerdo con el cual todos los afiliados debían pagar al “Tesoro de la
Tradición” una suma, “por lo menos igual a la pagada en imposición
directa al Estado”.
Francesc Cambó
El
político catalán, cofundador y líder de la Liga Regionalista, descrito
por Romanones como “el mejor político del siglo XX”, ayudó a recaudar en
el extranjero 410 millones de pesetas para financiar la sublevación de
los militares golpistas. Asimismo, avaló o ayudó a conseguir créditos
que pudieron ascender a 35 millones de dólares.
Aportaciones judías
A
pesar de las amenazantes frases lanzadas en Radio Sevilla por Queipo de
Llano, las grandes familias judías de Melilla “destinaron cuantiosas
sumas de dinero a la causa rebelde”. Franco, que estaba gestionando
créditos con la banca judía de Tetuán y Tánger, se vio obligado a
desautorizar estas emisiones antisemitas y el 15 de agosto de 1936
dirigió una carta al Consejo Comunal Israelita de Tetuán pidiéndoles que
no prestarán atención alguna a las emisiones antisemitas.
La Italia fascista
El
autor argumenta que hay dos tipos de razones que justifican la ayuda de
Mussolini a los franquistas con la intensidad con la que lo hizo. Unas
son razones de tipo político y económico, y se refieren a la voluntad de
Mussolini de dominar como fuera el Mediterráneo y, en todo caso,
impedir su bloqueo mediante un pacto hispano-francés. Las otras se
refieren a la creencia de Mussolini de que su misión en la Historia era
luchar contra el comunismo. “En todo caso, también influyó el hecho de
que España ofrecía un buen campo de experimentación para el nuevo
armamento”, añade el autor.
No
obstante, el Gobierno italiano, mucho más generoso que el alemán,
propuso fijar en 5.000 millones de liras la deuda total del Gobierno
español por suministro de material de guerra de todas clases y
diferentes gastos hechos hasta el 31 de diciembre de 1939. El resto
quedaba condonado.
La Alemania nazi
El
proceso oficial de petición de ayuda de los sublevados a Alemania
comenzó el 21 de julio de 1936, cuando Franco, tratando de llegar a
Hitler de la forma más directa posible y rápida, recibió a Johannes
Bernhard, del que se sabía que estaba en condiciones de contactar con
facilidad y sin trámites administrativos con el dictador nazi.
Cuando
la petición de ayuda llegó a Hitler, los ministros del Aire, Goering, y
de Guerra, Blomberg, animaron a Hitler a prestar ayuda e involucrarse
en la operación tanto “por simpatía hacia sus planteamientos
anticomunistas, como para utilizar el conflicto español como un
laboratorio para mejorar las técnicas de los ejércitos alemanes”.
Goering también recordó a Hitler que, a cambio de los aviones, Alemania
podría obtener de España los minerales que tanto necesitaba.
De
tal manera que la intervención alemana en la Guerra Civil española,
dice el autor, no puede entenderse sin tener en cuenta la política de
aprovisionamiento de materias primas, especialmente de minerales
aplicados a las necesidades de la guerra. Sobre esta base, los rebeldes
firmaron con Hitler el 20 de marzo de 1937 un Protocolo de Amistad. Las
operaciones entre ambos países durante la guerra fueron múltiples, todas
con “olvido sistemático” de las opiniones españolas imponiéndose en
todo momento el deseo alemán.
Una parte considerable de la deuda
que España contrajo con Alemania fue pagadas por compensación, es decir,
con exportaciones españolas a Alemania, sobre todo de minerales. Una
vez terminada la guerra Alemania fijó la deuda en 372 millones de
marcos, incluyendo el coste de la Legión Cóndor, que los alemanes
cifraron en 99 millones de marcos.
No obstante, la dictadura de
Franco y la de Hitler jamás llegaron a un acuerdo para calcular el
importe de la deuda aunque sí que encontraron una solución política de
entendimiento mutuo para demorar el problema. Esta solución fue firmada
en 1941 y permitía a los alemanes hacer compras en España sin pagar su
importe. “Y minerales, aceite y naranjas, entre otras cosas, fueron
enviados a Alemania sin generar divisas para la economía española”,
añade el autor.
Sociedade Geral de Comércio, Industria e Transportes Limitada
Este
holding de empresas portugués dispuso de un crédito de hasta 175.000
libras esterlinas para los golpistas el 8 de agosto de 1936 con un
interés del 5,5% anual.
Compañía General de Tabacos de Filipinas
Dispuso un crédito de un millón de dólares, ampliado en 200.000 dólares más. Fue otorgado el 22 octubre de 1936. Sin intereses.
Kleinwort, Sons & Co
El
banco inglés otorgó un crédito de 800.000 libras con una remuneración
del 4% anual el 15 de septiembre de 1937. Apenas un mes después, la
misma entidad concedió otro crédito de hasta 1.500.000 libras esterlinas
con un interés del 3% anual.
Société de Banque Suisse
Concedió otro crédito de hasta un millón de libras esterlinas el 20 de octubre de 1938.
Caixa Geral de Depósitos
La
entidad bancaria portuguesa concedió un crédito hasta el límite de 50
millones de escudos portugueses el 28 de febrero de 1939 con un interés
del 4% anual.
Consorcio bancos italianos
Independientemente
de la ayuda prestada por el Estado italiano, un consorcio de bancos
italianos que presidía el Banco de Italia, con la colaboración de los
bancos Hispano Americano y Español de Crédito puso a disposición de los
sublevados un crédito de hasta 125 millones de liras el 20 de noviembre
de 1937 alcanzando un total de 300 millones de liras en 1939.
Autor: Alejandro Torrús
Fuente: Diario Público
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