
“Nos planteamos hacer algo que luego se pudiese
utilizar a nivel de educación secundaria y de centros para adultos, por
lo que hemos incluido una serie de pautas tanto para los docentes como
para los alumnos”, explica a Público Belén Solé, una de las autoras —junto a Beatriz Díaz— del mencionado estudio, titulado Era más la miseria que el miedo. Mujeres y franquismo en el Gran Bilbao: represión y resistencias.
“Queremos que la gente también haga sus propias pesquisas”, continúa
esta catalana afincada desde hace ya varios años en Sestao.
El informe cuenta con los testimonios de 21 personas, en su mayoría
mujeres, nacidas entre 1914 y 1963 en la zona obrera de Bizkaia. “Estas
historias de vida forman parte de una base de datos que sigue aumentando
con nuevos testimonios y cuyo objetivo es ofrecer una visión sobre las
transformaciones sociales de la Ría del Nervión a lo largo del siglo
XX”, señalan sus responsables. Al igual que en el resto del Estado
español, la época más atroz comenzó el 18 de julio de 1936, tras el
alzamiento franquista contra la República.
“Si bien la represión en general cuenta con muchos
análisis, su impacto entre las mujeres ha sido muy poco investigado”,
afirma Solé. En ese sentido, el informe destaca que “hubo mecanismos de
represión específicamente dirigidos contra las mujeres y una vivencia de
la represión entre las mujeres distinta, en algunos aspectos, de las
experiencias vividas por los hombres“. El apartado de las violaciones
es, precisamente, uno de ellos. “La violencia sexual que sufrieron las
mujeres tanto en los centros de detención como durante la ocupación de
las tropas franquistas fue una forma de represión de género, una forma
de someter a la población por medio del terror y la vergüenza“, subrayan
las autoras.
Encarnación Santamaría, una de
las vecinas de Sestao entrevistadas por las historiadoras, supo desde
pequeña que la dictadura no sólo fusilaba por razones ideológicas. “Mi
madre nos contaba que había chicas muy guapas, también jóvenes, que como
no querían ir con los guardias, las fusilaban. Por la noche, porque no
querían ir con ellos… preferían morir antes que ir con ellos“,
relató. Miren Begoña Sánchez, otra de las voces que aparecen en el
informe, también rememoró este tipo de atrocidades. “He oído contar a mi
familia de Elgeta cómo los moros que venían con las tropas de Franco
tenían carta blanca y allí debieron de hacer atrocidades con las mujeres
—explicó—. Y a una que desapareció del pueblo, la encontraron en el
monte muerta, toda hinchada, toda reventada”.
“También en los centros de detención era habitual que
las mujeres sufrieran abusos sexuales como forma de presión durante los
interrogatorios. Esta forma de violencia, ejercida de forma
sistemática, fue más frecuente durante la guerra y en la primera etapa
del franquismo. Más adelante, en los años 60-70, se visibilizó en
espacios públicos como las manifestaciones, donde las mujeres eran
insultadas por la Policía y agredidas por grupos de extrema derecha”,
señala el estudio. Según destacan sus autoras, “la violencia sexual es
un aspecto de nuestra historia aún poco conocido y difícil de
investigar, porque esta forma de violencia era y es practicada enun
contexto social de permisividad o de impunidad, fundamental para
permitir que las situaciones no afloren o que las denuncias no sean
consideradas”.
De esta manera, los abusos sexuales cometidos por los
franquistas acabarían cubriéndose por el miedo y el silencio de las
víctimas: “La culpabilización y la falta de credibilidad que se imponía
sobre las mujeres afectadas y sus familiares evitaban la denuncia y
desembocaba en el silencio, que durante décadas ha permanecido”. Palmira
Merino, vecina de Sestao y testigo de esa época, dio fe de ello. “No es
como ahora que todo se cuenta. Eso quedaba en secreto. Eso nadie lo
contaba. Sabíamos que las habían llevado pero no sabíamos lo que les
habían hecho. Y ellas jamás lo han contado. Eso era como… algo
tremendo”, describió.
Medias por decreto
La dictadura también ejerció una fuerte represión moral sobre las
mujeres del Gran Bilbao. Uno de los máximos exponentes de aquella
“gloriosa cruzada” fue el alcalde de Barakaldo, José María Llaneza,
quien llegó a prohibir que las vecinas saliesen a la calle sin medias
debajo de sus faldas. De acuerdo a los testimonios recogidos por las
historiadoras, el jefe de los alguaciles era quien se encargaba de
comprobar que ninguna mujer violase esta inédita norma. En el caso de
los hombres, el alcalde les prohibía pasearse en manga de camisa.
El informe incluye extractos de la ordenanza municipal firmada por
Llaneza, en la que dictaminaba cómo debían vestir sus vecinas y vecinos a
partir de ese momento. Allí se lamentaba que muchas mujeres de
Barakaldo transitaban “en formas poco correctas y decorosas en sus
vestido y ademanes, so pretexto de recrearse en las playas, haciendo
como digo gala en calles y plazas a las idas y regreso de estos lugares
de su escandalosa desenvoltura y desvergüenza, exhibiendo sus piernas
sin recato de sus medias y simulando ir vestidas”.
“Hoy todo esto puede parecer pintoresco, pero hay que tener en cuenta
que se trató de una auténtica cruzada moral“, destaca Solé. Las
consecuencias aún son visibles entre la población: a pesar de los años
transcurridos, las investigadoras se toparon con personas que seguían
teniendo miedo a relatar sus vivencias. El terror, para muchas y muchos,
quedó grabado en la memoria.
Autor: Danilo Albín
Fuente: Insurgente
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