CURIOSIDADES SOBRE LA PALOMA DE LA PAZ DE PICASSO




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Colombe Paix (1949)
Tras la Segunda Guerra Mundial y ante el inicio de la Guerra Fría, se organizó en abril de 1949 un Congreso Mundial por la Paz en  la ciudad de París. Dirigido por el movimiento comunista internacional se abogaba por el desarme de los países occidentales.

Entre los asistentes se encontraban personalidades como Frederic Joliot-Curie, premio Nobel de química, Pablo Picaso, el poeta Louis Aragon, Jean-Paul Sartre o Pablo Neruda.

En enero de 1949 Picasso realizó en el taller del grabador Fernand Mourlot, en París, una litografía en la que representó una paloma, de la que se realizaron cincuenta impresiones firmadas y numeradas, más cinco pruebas de artista para la galería Louise Leiris.

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La imagen que realizó fue una composición de lo más simple, una paloma blanca que se destacaba sobre un fondo negro.

Tras visitar el estudio de Picasso, Louis Aragon eligió la litografía de la Paloma para ilustrar el cartel del Congreso por la Pazde 1949.

La imagense convirtió en el emblemade los congresos posteriores, en los que Picasso realizó diferentes variaciones sobre la imagen de la paloma.

Picasso era considerado un símbolo del antifascismo y la defensa de la paz y la libertad tras pintar el Guernica en  1937 como respuesta a los bombardeos alemanes en la Guerra Civil Española.

Un día antes de que se iniciara el congreso, François Gilot, compañera de Picasso, dió a luz una niña a la que llamaron Paloma.


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Blue Dove with Yellow Sun (1949)


Para Picasso las palomas eran un recordatorio de su infancia y de su padre, que le había enseñado a pintar palomas en su Málaga natal.

Fuente: elartecomoarte.blogspot.com.es



El poeta anarquista que inventó el futbolito

Fabián Mauri

Madrid, 1936. Alejandro Campos Ramírez (1919-2007), un joven gallego oriundo de un pueblo llamado Finisterre -del latín finis terrae, el fin de la tierra- deambula por las calles de la ciudad y presiente que sus deseos tal vez estén a punto de cumplirse. Alguna vez soñó con ser un gran arquitecto y sólo llegó a trabajar de albañil, pero su verdadera vocación es la poesía. Consigue un empleo que lo hace feliz y de alguna manera lo acerca a ese universo bohemio de los artistas que admira: cadete en una imprenta. Se considera un idealista práctico, un anarquista pacífico que aspira vivir, algún día, en un mundo en el que los hombres no necesiten ser gobernados por ninguna autoridad. En esa ensoñación se solazaba, cuando estalló en España la Guerra Civil.

Una bomba cayó sobre la casa en que vivía y quedó atrapado bajo los escombros. Malherido, fue traslado a un hospital en el que convaleció, cojo y con problemas respiratorios, durante un largo tiempo. Allí fueron llegando refugiados de guerra, mujeres y muchos niños mutilados que hicieron que su sensibilidad de poeta se activara. Años más tarde, en 2004, le contó a un periodista del diario La Vanguardia de Barcelona el episodio de su vida por el cual hoy lo recordamos.

“Era el año 1937. Me gustaba el fútbol, pero yo estaba cojo y no podía jugar… Y, sobre todo, me dolía ver a aquellos niños cojitos, tan tristes porque no podían jugar al balón con los otros niños… Y pensé: si existe el tenis de mesa, ¡también puede existir el fútbol de mesa! Conseguí unas barras de acero y un carpintero vasco refugiado allí, Javier Altuna, me torneó los muñecos en madera. La caja de la mesa la hizo con madera de pino, creo, y la pelota con buen corcho catalán, aglomerado. Eso permitía buen control de la bola, detenerla, imprimir efectos…”

Con todo acierto, el periodista catalán Víctor Amela observó que inventar un juego que logre neutralizar por un momento la ignominia de la guerra es como componer un poema con espacio y tiempo.

No fue el futbolito - futbolín lo llaman en España, metegol en Argentina-  la única invención sensible del poeta: en una ocasión, enamorado de una pianista, pergeñó para ella un artefacto que permitía pasar las pentagramadas hojas de las partituras con sólo accionar un pedal.

Al finalizar la guerra, huyendo del franquismo, Alejandro se exilia en Francia. Más tarde sufre cuatro años de cautiverio en Marruecos y una vez liberado emprende su aventura americana y cruza el Atlántico. En Ecuador funda una revista de “poesía universal”. Vive un tiempo en Guatemala, donde perfecciona su futbolín y dobla la apuesta con un baloncesto de mesa, sin gran suceso. En México participa de la intensa actividad intelectual de la ciudad capital, se encuentra con su referente, el poeta español León Felipe, y se convierte en su albacea. Regresa a España en los años setenta. Ya es un exitoso editor y se hace llamar Alejandro Finisterre, fin de la tierra, principio de su vida.

Siempre le restó importancia al hecho de haber sido el creador del mundialmente difundido juego: “Bah…, de no inventarlo yo, lo hubiese inventado otro…” Consideraba -como Jean Cocteau- que “La poesía siempre es necesaria, no sé para qué, pero es necesaria”.

Murió en 2007, cuando los niños del mundo ya reemplazaban su invento por la Play. El poeta lo celebraba. “Yo creo en el progreso: hay un impulso humano hacia la felicidad, la paz, la justicia y el amor, ¡y ese mundo un día llegará!”

Nosotros, que junto a tantas otras generaciones fuimos beneficiarios directos de ese espléndido juego del futbolito, fruto de la imaginación y la sensibilidad de aquel poeta, deberíamos prometer en su homenaje cada vez que juguemos, respetar y hacer respetar por siempre aquella regla -que más que regla es una obligación moral- de que no vale molinete.





El rey superfluo



Artículo de colaboración para Borroka garaia da! Autor: Josemari Lorenzo Espinosa

En unos meses, la heredera al trono español y por tanto a la jefatura del Estado de las autonomías, se convertirá en princesa de Asturias. Pasará a cobrar por este empleo, mas de ocho mil euros al mes. Nada que nos pueda sorprender, a estas alturas. Y perfectamente legal, por obra de los políticos que han jurado la maravillosa Constitución, “que nos hemos dado”. Seguirá disfrutando de esta renta, hasta que su padre decida aumentarla el sueldo abdicando en ella. O por herencia, después de su muerte. Que los dioses no quieran.

El papel, las funciones y las obligaciones del rey, encomendadas por la Constitución son totalmente superfluas. Tienen un carácter puramente descriptivo, protocolario y ritual. Nada de lo que no se pueda prescindir. O no puedan hacer, en su defecto, el jefe de gobierno con sus ministros. El presidente del Parlamento o los diputados. Sin embargo, las encomiendas al rey tienen un amplio y excesivo tratamiento en el texto constitucional. Pero dado que se trataba del Jefe del Estado y que había sido designado por el régimen anterior, los legisladores quisieron atar los posibles cabos sueltos de esta institución. El temor a perjudicar la herencia y el mandato dejado por Franco, y celado por sus seguidores, condujo a los constitucionales del 78 a respetar y aceptar una fórmula de Jefatura, antidemocrática e inservible, que no añade nada a la carta magna. Ni mucho menos a la democracia. Aunque siempre se puede decir que, al menos, el actual jefe del Estado fue elegido…Una sola vez. En 1969 y por las Cortes franquistas, a propuesta inapelable del dictador.

La Jefatura del Estado, y por ende el rey, no se integra en ninguno de los tres poderes clásicos o constitucionales. Es una especie de cuarto poder. Aunque de hecho, la monarquía no aparece como poder, sino como un órgano del Estado. Ostentando un papel arbitral, que tiene la función simbólica de unidad, impuesta y falsa. De otra parte, el jefe del Estado, al no ser elegido por el pueblo ni por los partidos, permanece al margen de estos sin capacidad fáctica. Sin iniciativa legal y sin responsabilidad política. Es por eso, también, políticamente inviolable. Es decir, no puede ser destituido o sustituido salvo por su heredero. Y solo en caso de inhabilitación, decidida por las Cortes.

El rey, en su función de Jefe del Estado, está obligado a sancionar y promulgar las leyes. Convocar y disolver el parlamento. Y nombrar presidente, de acuerdo con los resultados electorales. En esta actuación autómata, tal vez su función más discutible, y directamente franquista, es que le corresponde el mando supremo de las FFAA. En todo caso, se trata de una serie de funciones la mayor parte simbólicas y de oficio, que sobre todo, son totalmente prescindibles en una Constitución muy poco presidencialista.

La regulación de los derechos, funciones y deberes de la Corona se trata en diez artículos. Desde algunos puntos de vista representan, incluso, una injerencia en los asuntos privados de la casa real. Ya que regula la forma de sucesión, los matrimonios etc. En realidad, la Constitución debería limitarse a los asuntos directamente políticos, relacionados con la Jefatura del Estado. Pero, en este punto, ni siquiera se molesta en justificar, o explicar porqué es una Jefatura atribuida con carácter vitalicio, por mandato del régimen anterior, a la casa de Borbón. Sin someterse a la aceptación o rechazo de los ciudadanos, que de este modo, y en este aspecto, se convierten como es habitual en meros súbditos.

Un aspecto curioso del comportamiento de los partidos de oposición, con el papel de la monarquía fue la actitud del PCE de Santiago Carrillo. El viejo secretario general, del viejo partido comunista republicano, aceptó la solución monárquica, con más énfasis incluso que sus compañeros de viaje socialistas. Afirmó que era una bisagra necesaria. Y terminó convenciendo, o confundiendo, a los mismos militantes del PC con el argumento de que no se trataba de elegir entre “monarquía o república, sino entre democracia o dictadura”. Sin embargo, y a pesar de la sabiduría política del viejo comunista, una cosa era respetar entonces y no abolir la monarquía instaurada por quien todos sabemos. Y otra, entregar a los Borbones la Jefatura del Estado en forma vitalicia, como hicieron los del 78, por los siglos de los siglos.

En cuanto al comportamiento y actitud de los partidos nacionalistas, vascos, catalanes etc. el asunto monárquico viene en el mismo pack y tratamiento que los españoles. El rey (quiero decir, el Jefe del Estado) no hace nada, no sirve para nada. Ni perjudica, ni beneficia las tópicas “aspiraciones” vasco-catalanas. Por muchos discursos centralistas y “antiseparatistas”, que le hagan leer en público nadie le hace mucho caso.
 
Pero… sale en las fotos. Adorna y luce, en los apretones de mano. En las visitas inaugurales, aperturas de festejos, desfiles patriótico-raciales, viajes para comisionistas, cuchipandas empresariales varias etc. O sea, las chorradas carísimas con que los políticos y la sesuda burguesía de gustos medievales, seducen a sus votantes y enaltecen y adornan su democracia coronada.

Con lo fácil (?) que sería ponerse de acuerdo y suprimir la figura de Jefe del Estado, via decreto parlamentario. Sin necesidad de abolir la monarquía. Sin meterse con ellos. Sin plantear ningún debate república-monarquía etc. Simplemente suprimir los gastos innecesarios de la Jefatura del Estado. Y el que quiera que de las gracias a la monarquía, por los servicios prestados, y mandarlos al paro. Luego, si tanta vocación política tienen los de sangre azul, pueden constituirse como partido y presentarse a las elecciones. A lo mejor les votan. O sea les eligen, como hizo Franco.

El Ogro como paradigma

Con respecto a la historia oficial pirograbada en las mentes de los españolitos por el régimen borbónico franquista, misma que secuestra y amordaza el relato de nuestro pueblo, les compartimos este texto de Iñaki Egaña publicado en su cuenta de Facebook en el que denuncia toda la estulticia que se puede encontrar tras la condena de dos años y medio a la tuitera Cassandra, punta del iceberg represivo en contra de quienes se atreven, aunque sea en broma, a cuestionar las sacrosantas verdades por la que se rige el cavernario nacionalismo español.

Aquí lo tienen:
Iñaki Egaña

La llamada apología del terrorismo, con su correspondiente "humillación a las víctimas", es un concepto nuevo, aunque penalmente tiene largo recorrido. Desde la Transición, numerosos cargos electos de la izquierda abertzale fueron imputados por su supuesto ensalzamiento a ETA, incluidos algunos medios de comunicación que entrevistaron a la organización armada. Javier Sánchez Erauskin, director de Punto y Hora y acusado de hacer apología, fue encarcelado por entrevistar a la hermana de un refugiado que luego matarían los GAL.
Hasta entonces, y ahora, la única apología permitida por el sistema monárquico hispano ha sido la relacionada con las hordas vencedoras de la guerra civil, con el fascismo, con los excesos de grupos militares y paramilitares… en fin, con todo aquello relacionado con la naturaleza española (desde el genocidio americano a la reciente justificación –Rafael Vera y Felipe González- de los GAL). Con el resto, es decir, con la disidencia que entiende el presente de otra manera, el palo.
La vuelta de tuerca llegó de la mano del ministro socialista Juan Alberto Belloch que abogó por un salto cualitativo, el de iniciar procedimientos no ya por apología, sino por formar parte del mismo "conglomerado terrorista". Como es sabido, con el estreno del siglo el juez Baltasar Garzón se hizo cargo de la ofensiva y modificó las normas, con la complacencia de la mayoría del arco político. Los supuestos apologistas se convirtieron en terroristas.
Con la excusa de los ataques yihadistas en EEUU en 2001 y la expansión del concepto del "código penal del enemigo", la causa llevó a cientos de personas a prisión, a denunciar torturas, al exilio. El término de "apología del terrorismo" desapareció casi del mapa, sustituido por el de "pertenencia". De paso, se endurecían las penas y se asentaba un nuevo relato. Paradójico, porque mientras que un ministro del Interior de infausto recuerdo señalaba que los militantes de ETA entraban en un microbús, cientos de ellos eran clasificados en primer grado en prisión y decenas de miles anulados sus derechos civiles (electorales) por una supuesta participación en organizaciones terroristas. Según esta delirante tesis, a cada policía o ertzaina en Euskal Herria le correspondían cinco militantes de ETA.
La decisión de ETA del abandono de las armas volvió a reactivar las imputaciones por apología del terrorismo. Aunque con pereza inicial, ya que durante los primeros meses del acontecimiento, incluso años, aún fueron numerosos los detenidos por "pertenencia" en lugar de por "exaltación". El caso de los abogados defensores de los presos, de los militantes de Herrira, de jóvenes acusados de pertenecer a Segi, fueron algunos de los ejemplos. Se reactivó el artículo 578 del Código Penal vigente con un tiempo de adaptación: la ilegalidad de la petición de acercamiento de los presos vascos, las comidas por causas populares... Nuevamente el delirio. Gritar "Gora Euskadi Askatatuta" era traducido por "Dar gritos a favor de la violencia".
La expansión del concepto y por tanto la imputación de la “apología del terrorismo” tiene, al margen de comprimir el espacio político, un objetivo cada vez más definido: modificar y encuadrar el relato dentro de unas coordenadas muy determinadas. Las ya citadas sobre la naturaleza de España. Que no nos confundan. No son los valores democráticos los que se citan en su defensa, sino los relacionados con el relato.
Valga un ejemplo como apoyo al argumento. Un paradigma. El del almirante Carrero Blanco, muerto en atentado de ETA en diciembre de 1973, cuando era presidente de un gobierno español, fascista en su origen, totalitario en esencia. Cuando su nombramiento, The Guardian recordó su intransigencia natural, su fascismo acusado. Le Monde dijo que dirigía el más retrogrado de los últimos gobiernos de Franco. Los sindicatos españoles entonces ilegales, en especial UGT, se felicitaron por el atentado.
Hoy, han pasado más de 43 años desde el magnicidio. Los mismos que habían transcurrido desde los precedentes de la Segunda República española (1930) y la muerte del almirante (1973), del presidente del Gobierno español, del delfín de Franco, del Ogro como le llamó ETA. Carrero Blanco no era un cualquiera. Encarnaba las esencias del régimen, la misma disposición de Hitler para acotar el Holocausto. Escribía los discursos del dictador, ahondaba en las ejecuciones masivas que desperdigaron por las cunetas a decenas de miles de republicanos, en una limpieza ideológica que llega hasta nuestros días. El relato de los grandes medios escritos internacionales, desde la Britannica hasta la Encyclopedia Americana, lo describen más cerca del ogro que del hombre.
Y, sin embargo, a pesar de esos más de 43 años de por medio, la judicatura española, vanguardia de las esencias, arropa a la memoria de Carrero. Un juzgado de Murcia pide a una joven dos años y medio de cárcel por airear unos chistes sobre Carrero. El año pasado otro joven fue condenado a año y medio de prisión por mofarse de la muerte de Carrero. El anterior, 2015, otro joven también condenado a 18 meses de internamiento por un comentario ofensivo para la memoria del Ogro. Al parecer, el recuerdo de Carrero Blanco se ha convertido en cuestión de estado.
Parece mentira que un sanguinario y totalitario dirigente franquista de la relevancia de Carrero se haya transmutado en el adalid del relato de “cómo llegó la democracia a España”. En los años anteriores hemos asistido a numerosas teorías conspiratorias que intentaban negar la paternidad del atentado. Que cuatro jóvenes vascos que apenas habían cumplido los 20 años fueran capaces de eliminar uno de los iconos del régimen no casa con ese relato uniforme que nos quieren vender. Embuchar con fórceps.
Hemos asistido a los delirios (cuán socorrida es esta palabra) de la intelectualidad hispana que ha puesto su granito de arena en el relato sobre Carrero. Nadie aporta pruebas, pero todos lo dan por sentado. Pilar Urbano afirma que la CIA y el PNV ayudaron a ETA en el atentado. Joaquín Prieto prefiere ver la mano soviética, la KGB. Álvaro Baeza se desliza por el PCE y la izquierda eclesial como ayuda a ETA. El ministro Julio Rodríguez y el historiador Ricardo de la Cierva prefieren ver la mano de la masonería en el atentado. Luis González-Mata se lleva la palma. Un comando norteamericano introdujo las bombas en el túnel de la calle Claudio Coello. Para completar esa frase apócrifa de Adolfo Suárez en 1981: “Me voy del Gobierno sin saber si a Carrero lo mataron en rublos o en dólares”.
Paralelamente a esta rescritura del relato del atentado, la judicatura española fue marcando objetivos para que grupos paramilitares actuaran contra los señalados. En febrero de 1975, Luis de la Torre Arredondo, juez especial encargado del sumario de Carrero, concluyó las diligencias. Imputó a 16 personas, de las que entonces 14 estaban huidas. De ellas, la mitad sufriría atentados o intentos de secuestro por parte de grupos paramilitares (BVE, GAL) o, como se han referido los protagonistas, desde el propio estamento militar, sus servicios secretos (CESID). Recordar que cuando Segundo Marey fue secuestrado por los GAL, los mercenarios lo habían confundido con Mikel Lujua, imputado en el atentado contra Carrero. Y que Felipe González hizo apología del terrorismo dejando entrever que Segundo Marey era culpable (“no se ha investigado lo suficiente su papel en la cooperativa Seaska”).
Carrero Blanco, el Ogro de la narrativa antifranquista, se ha convertido en el paradigma de un relato trucado. Vuelvo a recalcar el hecho escandaloso: 43 años después. No sólo en la modificación de los acontecimientos y su muerte, sino en su memoria. Guardada y reivindicada por un Gobierno y sus jueces soportes, que ven en el Valle de los Caídos un monumento a la libertad y en Carrero Blanco un dechado de virtudes. Vivir para ver.
Fuente: kaixo.blogspot.com.es


¿Quién puso el dinero para el golpe del 18 de julio y la Guerra Civil?

El 18 de julio de 1936 se produjo un golpe de Estado militar contra el Gobierno de la II República, cuya legitimidad procedía de las urnas, que condujo a España a una brutal y sanguinaria Guerra Civil. Y este es un dato clave e imposible de pasar por alto: el conflicto estalla y España se desangra durante tres largos años porque un grupo de militares con el apoyo de civiles monárquicos y de la Italia de Mussolini, entre otros, deciden dar un golpe de Estado para imponer su voluntad por encima de las urnas.


Pero un golpe de Estado no se perpetra de la noche a la mañana. Y sobre todo, un golpe de Estado no triunfa sin un apoyo financiero sólido detrás tanto para el armamento necesario, el mantenimiento de las tropas y, sobre todo, el sostenimiento del nuevo Estado que nace después de una Guerra Civil tan devastadora como la que sufrió España.

El economista, banquero, marqués y un sinfín de epítetos más José Ángel Sánchez Asiaín (Barakaldo, 1929) publicó en 2013 la obra La financiación de la Guerra Civil española (Crítica), que, además de ser premiada con el Premio Nacional de Historia de España de ese año, recoge al detalle los apoyos económicos y financieros que obtuvieron por un lado los golpistas del 18 de julio, y, por otro, una vez comenzada la Guerra Civil, los respaldos financieros que obtuvo la República y los franquistas.

En este sentido, cabe destacar que una de las principales conclusiones que se puede obtener de la detenida lectura de la obra es que prácticamente nadie salvo la URSS y de una manera muy discreta Francia se atrevió a comerciar con la República ya sea por miedo al comunismo o a los aliados nazi-fascistas. Mientras que, por otro lado, el golpe de Estado que provocó la Guerra Civil y que tuvo su única justificación en la consigna de “salvar a España” estuvo financiado prácticamente en su integridad por capital extranjero que impuso altos intereses. Por lo que el autodenominado Movimiento Nacional no era tan Nacional como alardeaba.

Cuando se cumplen 80 años del golpe de Estado militar que arrastró a España a la Guerra Civil, Público recupera la obra de Sánchez Asiaín poniendo el foco en aquellos países, bancos y personajes que financiaron el golpe de Estado del 18 de julio y que le dieron soporte financiero en sus primeros meses, a pesar de haber fracasado en buena parte del territorio y de saber que ese dinero estaba destinado a la destrucción del país.

Juan March
El banquero y contrabandista Juan March, cuya familia sigue disponiendo de una amplia fortuna, era el hombre más rico e influyente de la España de 1936 y no tuvo ningún reparo en financiar todo tipo de acciones para socavar la República. Primero, alentando la “conspiración”. Después, facilitando medios para que la rebelión fuera una realidad en 1936 y,  posteriormente, siendo generoso con su dinero especialmente en los primeros momentos a la hora de financiar la compra de todo tipo de material de guerra.

 
Juan March

Es imposible cuantificar cuánto dinero puso March a disposición de los militares sublevados. Las cifras de historiadores y periodistas han oscilado entre los mil millones de pesetas y los 15 millones de libras esterlinas más la financiación de buena parte de la intervención italiana en Mallorca. De cualquier modo, sí está claro que ya March en los primeros días del golpe de Estado puso a disposición del general Mola 600 millones de pesetas de la época a través de una cartera de Valores. Así, también pagó el alquiler del avión inglés que llevó a Franco de Canarias a Marruecos y en avalar cuantos créditos fueran necesarios para la causa franquista, no sin antes establecer unos intereses beneficiosos para él y sus socios.

El banquero, asegura la obra de Sánchez Asiaín, también se ocupó de dar solución a una cuestión de tanta importancia para un conflicto militar como el suministro y financiación del petróleo que utilizó el llamado ‘Gobierno de Burgos’. March ofreció las garantías suficientes a la empresa norteamericana Texaco para financiar los primeros envíos de petróleo a los sublevados, que dejaron de suministrar petróleo a la República, a pesar de los acuerdos firmados con ésta. El autor, además, añade: “No está documentado pero parece también claro que España recibió petróleo de Portugal siendo también March el financiador de esas compras”.

El dinero de Juan March también sirvió para sufragar las escuálidas arcas de Falange. El propio José Antonio Primo Rivera había afirmado en 1934 que “uno de los primeros actos del Gobierno de la Falange será colgar al multimillonario contrabandista Juan March”. Sin embargo, 1936 el dinero de March ya fluía en las arcas revolucionarias de los falangistas, primero a disgusto de José Antonio y después con su aprobación.

La Portugal de Salazar
Escribe Sánchez Asiaín que “la ayuda de Portugal a la sublevación fue realmente importante y generosa. Aunque dada la limitación de recursos que Portugal disponía, esa ayuda fue, en su volumen y regularidad, muy inferior a la ayuda prestada por italianos y alemanes”. La importancia de la ayuda de Portugal fue que se produjo en los primeros días del golpe cuando los sublevados estaban en una situación de inferioridad.


El país luso se convirtió, de hecho, en el receptor formal de armas por cuenta de Franco. El país pasó de prácticamente no existir en la lista de receptores de armas a ocupar el tercer lugar mundial en la lista de clientes de la industria bélica de la Alemania nazi y la primera europea. El apoyo fue clave para salvar el pacto de no-intervención y como retaguardia de apoyo logístico ya que servía de comunicación de la zona franquista, que había quedado partida en dos tras el fallido golpe de Estado.

La obra acredita además que el gobierno de la dictadura portuguesa puso a disposición de los franquistas todo tipo de recursos financieros, créditos de bancos portugueses y una amplia protección política y diplomática. “Así, queda constancia de que en 1937 y desde el Banco Espíritu Santo de Lisboa se comunicaba a 37 representantes diplomáticos españoles que les remitían unas determinadas cantidades económicas”.

La Diputación Foral de Navarra
Navarra gozaba de un régimen foral que otorgaba a la Diputación Foral el control económico y fiscal del territorio. El economista y banquero acredita que la Diputación Foral de Navarra mantuvo una “importante, generosa y constante ayuda institucional a los sublevados”. El mismo 24 de julio de 1936, el general Mola dio orden a la Diputación para que le habilitara un crédito por dos millones de pesetas para hacer frente a los gastos originados por “el movimiento emprendido para salvar España”, crédito que posteriormente sería liquidado sin ser abonado.

La Diputación de Navarra también creó una serie de impuestos de guerra que sirvieron para recaudar 13.942.813 pesetas que fueron puestos a disposición de la “causa nacional”. Este dinero sirvió para, entre otras cosas, adquirir aviones para la defensa de Pamplona, cancelar el crédito a Mola, poner un coche blindado a disposición de Franco, motocicletas para el general Varela, una pensión de 1.840 pesetas a las hijas de Mola para gastos educativos o el pago de la factura de 4.700 pesetas presentada por el Colegio de Arquitectos vasco-navarro por la confección del proyecto del chalet para la viuda del General Mola.

Carlistas
Otra importante fuente de financiación de la sublevación fueron los donativos que hizo un grupo muy selecto de carlistas, económicamente bien situados, entre los que pueden citarse Joaquín Baleztena, Miguel María Zozaya y Fernando Contreras. Pero lo que constituyó una excepcional fuente de financiación, explica el autor, fue el sistema regular de cuotas que los carlistas tenían establecidos desde 1934, de acuerdo con el cual todos los afiliados debían pagar al “Tesoro de la Tradición” una suma, “por lo menos igual a la pagada en imposición directa al Estado”.


Francesc Cambó
El político catalán, cofundador y líder de la Liga Regionalista, descrito por Romanones como “el mejor político del siglo XX”, ayudó a recaudar en el extranjero 410 millones de pesetas para financiar la sublevación de los militares golpistas. Asimismo, avaló o ayudó a conseguir créditos que pudieron ascender a 35 millones de dólares.

Francesc Cambó

Aportaciones judías
A pesar de las amenazantes frases lanzadas en Radio Sevilla por Queipo de Llano, las grandes familias judías de Melilla “destinaron cuantiosas sumas de dinero a la causa rebelde”. Franco, que estaba gestionando créditos con la banca judía de Tetuán y Tánger, se vio obligado a desautorizar estas emisiones antisemitas y el 15 de agosto de 1936 dirigió una carta al Consejo Comunal Israelita de Tetuán pidiéndoles que no prestarán atención alguna a las emisiones antisemitas.

La Italia fascista
El autor argumenta que hay dos tipos de razones que justifican la ayuda de Mussolini a los franquistas con la intensidad con la que lo hizo. Unas son razones de tipo político y económico, y se refieren a la voluntad de Mussolini de dominar como fuera el Mediterráneo y, en todo caso, impedir su bloqueo mediante un pacto hispano-francés. Las otras se refieren a la creencia de Mussolini de que su misión en la Historia era luchar contra el comunismo. “En todo caso, también influyó el hecho de que España ofrecía un buen campo de experimentación para el nuevo armamento”, añade el autor.

Más allá de la cuantiosa ayuda militar que Italia destinó a España en forma de aviones Savoia y cazas Fiat, armas y militares de las que el historiador Ángel Viñas ha dado buena cuenta, cabe destacar que una vez acabada la guerra, representantes italianos y españoles, valoraron que el total del crédito que Italia había puesto a disposición de los golpistas ascendía a 6.926 millones de liras.
No obstante, el Gobierno italiano, mucho más generoso que el alemán, propuso fijar en 5.000 millones de liras la deuda total del Gobierno español por suministro de material de guerra de todas clases y diferentes gastos hechos hasta el 31 de diciembre de 1939. El resto quedaba condonado.

La Alemania nazi
El proceso oficial de petición de ayuda de los sublevados a Alemania comenzó el 21 de julio de 1936, cuando Franco, tratando de llegar a Hitler de la forma más directa posible y rápida, recibió a Johannes Bernhard, del que se sabía que estaba en condiciones de contactar con facilidad y sin trámites administrativos con el dictador nazi.

Cuando la petición de ayuda llegó a Hitler, los ministros del Aire, Goering, y de Guerra, Blomberg, animaron a Hitler a prestar ayuda e involucrarse en la operación tanto “por simpatía hacia sus planteamientos anticomunistas, como para utilizar el conflicto español como un laboratorio para mejorar las técnicas de los ejércitos alemanes”. Goering también recordó a Hitler que, a cambio de los aviones, Alemania podría obtener de España los minerales que tanto necesitaba.


Adolf Hitler

De tal manera que la intervención alemana en la Guerra Civil española, dice el autor, no puede entenderse sin tener en cuenta la política de aprovisionamiento de materias primas, especialmente de minerales aplicados a las necesidades de la guerra. Sobre esta base, los rebeldes firmaron con Hitler el 20 de marzo de 1937 un Protocolo de Amistad. Las operaciones entre ambos países durante la guerra fueron múltiples, todas con “olvido sistemático” de las opiniones españolas imponiéndose en todo momento el deseo alemán.

Una parte considerable de la deuda que España contrajo con Alemania fue pagadas por compensación, es decir, con exportaciones españolas a Alemania, sobre todo de minerales. Una vez terminada la guerra Alemania fijó la deuda en 372 millones de marcos, incluyendo el coste de la Legión Cóndor, que los alemanes cifraron en 99 millones de marcos.

No obstante, la dictadura de Franco y la de Hitler jamás llegaron a un acuerdo para calcular el importe de la deuda aunque sí que encontraron una solución política de entendimiento mutuo para demorar el problema. Esta solución fue firmada en 1941 y permitía a los alemanes hacer compras en España sin pagar su importe. “Y minerales, aceite y naranjas, entre otras cosas, fueron enviados a Alemania sin generar divisas para la economía española”, añade el autor.

Sociedade Geral de Comércio, Industria e Transportes Limitada
Este holding de empresas portugués dispuso de un crédito de hasta 175.000 libras esterlinas para los golpistas el 8 de agosto de 1936 con un interés del 5,5% anual.

Compañía General de Tabacos de Filipinas
Dispuso un crédito de un millón de dólares, ampliado en 200.000 dólares más. Fue otorgado el 22 octubre de 1936. Sin intereses.

Kleinwort, Sons & Co
El banco inglés otorgó un crédito de 800.000 libras con una remuneración del 4% anual el 15 de septiembre de 1937. Apenas un mes después, la misma entidad concedió otro crédito de hasta 1.500.000 libras esterlinas con un interés del 3% anual.

Société de Banque Suisse
Concedió otro crédito de hasta un millón de libras esterlinas el 20 de octubre de 1938.

Caixa Geral de Depósitos
La entidad bancaria portuguesa concedió un crédito hasta el límite de 50 millones de escudos portugueses el 28 de febrero de 1939 con un interés del 4% anual.

Consorcio bancos italianos
Independientemente de la ayuda prestada por el Estado italiano, un consorcio de bancos italianos que presidía el Banco de Italia, con la colaboración de los bancos Hispano Americano y Español de Crédito puso a disposición de los sublevados un crédito de hasta 125 millones de liras el 20 de noviembre de 1937 alcanzando un total de 300 millones de liras en 1939.

Autor: Alejandro Torrús
Fuente: Diario Público

Ellas lucharon por la democracia en España



Mujeres que estuvieron luchando en la guerra, que apoyaron a la República con su trabajo como médicas, enfermeras o periodistas. Mujeres que dentro y fuera del país se opusieron al golpe de estado de Franco. Mujeres que después de la guerra fueron condenadas a penas de cárcel o a la pena de muerte por haberse rebelado. Y otras que tras la guerra fueron deportadas a campos de concentración alemanes. También aquellas que una vez acaba la dictadura fundaron la asociación ‘Las mujeres del 36’ (‘Dones del 36’ en catalán). Todas esas mujeres aparecen en un listado simbólico pero abundante recogido por dos hermanas alemanas cuyo padre, checo de ascendencia alemana, luchó como voluntario en España en la batalla del Jarama y en la de Pozoblanco. A diferencia de otros muchos brigadistas o voluntarios, permaneció hasta el final de la contienda.

En ese contexto, “en una familia antifascista”, como explica Anita Kochnowski, crecieron ella y su hermana Ingrid Schiborowski, que se han pasado los últimos ocho años recabando información sobre las grandes olvidadas de la guerra civil española. Incluso cuando se habla de las brigadas internacionales compuestas por voluntarios de mas de 50 países que llegaron a luchar codo a codo con el gobierno legítimo de la República contra los sublevados, la historiografía tiende a recordar a los hombres. Más de 3.300 mujeres ven de este modo honrada su memoria. Casi un tercio de las mismas son brigadistas internacionales, muchas de ellas alemanas. Una de las indudables aportaciones de esta voluminosa recopilación es el valor de dar a conocer al lector alemán la vida de muchas mujeres valientes y comprometidas que, de otro modo, caerían en el olvido y que, sobre todo, son en la mayoría de los casos completas desconocidas.

El libro se titula 'Frauen und der spanische Krieg 1936-1939' (Ed. Verlag Am Park), en español 'Mujeres y la guerra civil española 1936-1939', y es una recopilación de más de 600 páginas con nombres y biografías de mujeres que han sido facilitados por varios archivos de asociaciones de la memoria, a quienes las autoras agradecen su aportación. No se trata de un ensayo, ni tampoco de un texto científico. Es más bien una especie de diccionario. Sus autoras no son historiadoras y sin embargo, su interés personal por el tema hace que en cierto modo sean expertas. La idea surgió tras la realización de una exposición de fotografías que organizaron sobre este tema.


Aunque la mayor parte del libro está dedicada a mujeres anónimas, en el caso de algunas mujeres famosas se cita asimismo su implicación en la lucha contra Franco. Hay capítulos poco recordados, como la visita de Indira Gandhi en 1938, que acompañó a su padre en una cita con el presidente de la República Manuel Azaña, y a las brigadas internacionales, visita que tuvo lugar en el frente y durante la cual hubo ataques aéreos. En otros casos resaltan datos poco conocidos, como que la fotógrafa Tina Modotti trabajó de enfermera en un hospital de Madrid.

Son cientos de historias telegráficas, como la de la portuguesa Mariana de Lazo Chaves, una pescadera que luchó del lado de la República y que murió de tuberculosis en una cárcel franquista. A veces solo ha quedado el nombre de las mujeres. En otros muchos casos han podido rescatar una esbozo más completo del origen socio-político, de la actividad concreta por la república y del destino de estas mujeres tras la guerra. Incluso han podido hablar con alguna superviviente, explica Kochnowski. De las historias más largas, se desprende que estas mujeres fueron un ejemplo de independencia y autonomía. Eran mujeres que en muchos casos viajaron solas.

La periodista Karla Popp, que ha corregido el libro y que es a su vez hija de otro brigadista que defendió la República, explica que la intención de la obra no es la de ser una referencia científica, sino más bien una obra de consulta con la que recordar el importante papel de las mujeres en la guerra civil española. Popp recuerda que las mujeres estuvieron luchando con armas en el frente, aunque solamente hasta julio de 1937, después de que el gobierno decidiera que debían dedicarse a otros quehaceres. “Fue una decisión machista”, sentenciaba Popp este martes en Berlín.

La presentación del libro en sociedad tuvo lugar este martes en la librería que posee el diario marxista 'junge Welt'. El volumen es un proyecto de la asociación de Combatientes y Amigos de la Segunda República 1936-1939, de la que las autoras y la correctora forman parte. En octubre de 2016 esta asociación realizó un homenaje en Berlín que contamos en El Diario y en el que la hija de otro brigadista criticó que el estado alemán continúa pagando jubilaciones a los combatientes de la división azul que Hitler envió para apoyar a Franco.

El editor de la obra realizó una interesante pregunta a un antiguo diplomático de la República Democrática Alemana que se encontraba entre el público, en relación al reconocimiento del estado español a principios de los años '70, cuando Franco aún estaba en el poder. Esta cuestión es especialmente notable teniendo en cuenta que en la dirección del país había numerosos ex-combatientes de las brigadas internacionales. El diplomático contestaba que “lo decidió el partido y no se puso en cuestión”, añadiendo a continuación que probablemente la decisión se tomó por el afán imperante de abrirse al exterior en las últimas décadas además del hecho de tratarse de “un país europeo”.
Fuente: eldiario.es




Gerda Taro, la fotoperiodista

La fotografía constituye un material preciado para los historiadores y las historiadoras de la época contemporánea. Quizás una de las principales y más valiosas fuentes primarias con las que se trabaja este período. Las fotografías nos permiten acercarnos al tiempo y al espacio, pero debemos hacer un ejercicio de profundidad histórica para comprender el poder que llegaron a tener durante el siglo XX.

Me atrevería a firmar que en algunos momentos cambiaron el transcurso mismo de la Historia. Una fotografía que mostraba republicanos lanzando tiros a un Corazón de Jesús recorrió Europa como la pólvora y disuadió a mucha población europea demócrata de tener una voz mucho más contundente para defender el Gobierno republicano. La famosa fotografía de los niños vietnamitas corriendo desnudos delante de soldados americanos levantó a un país al grito de “Make love, not war”. El poder de la fotografía fue, sin lugar a dudas, difícilmente mesurable e innegablemente importante.


Cuando hablamos de la fotografía en el siglo XX automáticamente nos vienen a la mente nombres como David Seymour, Alfred Stieglitz o Robert Doisneau. La Historia reservó para Gerda Taro uno de sus rincones en el duro ostracismo. Sin embargo, cuesta comprender la fotografía del siglo XX sin nombrarla a ella, a una de las primeras foto-periodistas documentadas que tenemos el gusto de conocer y poder descubrir.

De origen judío y burgués, desde su más temprana juventud simpatizó con el movimiento obrero y socialista. La llegada del nazismo al poder alemán la llevó al exilio donde conoció a su compañero de vida, Ernö Friedman, más conocido como Robert Capa. Juntos recorrieron la Europa del terror, con especial mención a la Guerra Civil española, documentándola gráficamente.

La dura vida en el París de los años 30 y la escasez de trabajo y oportunidades les llevó a crear un personaje ficticio, al que llamaron Robert Capa, y que en verdad eran Gerda y Ernö. Ambos se presentaban como representantes de un importante y reputado fotógrafo americano. La argucia tuvo efecto y pronto comenzaron a granjearse un destacado número de mecenas. Ernö nunca más volvió a utilizar su verdadero nombre.


En 1936 comenzó la Guerra Civil española y Taro y Capa se trasladaron a suelo peninsular para documentarla. Vivieron de primera mano diferentes escenarios bélicos. Sin lugar a dudas, del trabajo de Gerda, el más notorio fue el reportaje sobre la batalla de Brunete, donde el bando republicano venció al bando sublevado. Este reportaje se publicó en 1937 en Regards y otorgó gran prestigio a Taro.

La guerra avanzaba y el bando republicano encadenaba derrota tras derrota. Gerda se replegó en territorio republicano, aunque nos dejó testimonio visual de importantes enfrentamientos, donde puso en jaque su propia vida para documentarlos.

Gerda Taro consagró su vida al periodismo y a la fotografía, pero fue más allá, Taro era una investigadora. Intrépida por naturaleza, peleó contra la tradición y reivindicó su derecho a firmar con su propio apellido sus trabajos. Finalmente, fue la guerra la que le arrebató la vida a la edad de 26 años. Gerda falleció en un accidente durante el repliegue del ejército republicano. Su cuerpo fue trasladado a París donde se le rindió homenaje como una heroína republicana.

Durante años su nombre y su legado permanecieron silenciados y ocultados. La Historia borró su nombre y su contribución a la misma.


Siete décadas después, allende los mares, descubriríamos con emoción unas cajitas de cartón, que vinieron a denominarse La Maleta Mexicana, que contenían casi 4.000 negativos de fotografías tomadas por Gerda Taro, Robert Capa y David Seymour, sobre la Guerra Civil Española. Aquella valija encontró su destino en México, el único país cuyo Presidente, Lázaro Cárdenas, alzó la voz en la Sociedad de Naciones para defender la legitimidad del Gobierno republicano durante la guerra española. Quizás la casualidad en algunos momentos juega en favor de la Historia. Es difícil imaginar el escenario de la España de los años treinta sin el testimonio visual que nos dejaron Taro, Capa y Seymour.

Pero sobre todas las cosas es difícil entender cómo una sociedad puede permitirse olvidar a una mujer como Taro, cuya contribución a la fotografía y al papel de las mujeres en el ejercicio de la misma fue absolutamente fundamental.

En este momento su legado reposa en tierras mexicanas. Aquello a lo que Gerda dedicó su corta vida, la fotografía, impedirá que pueda ser nuevamente olvidada.

Fuente: farhamptonmag.com




El reducto franquista de Filipinas que desafía a la memoria histórica



FILIPINAS FRANQUISMO
Manila, 25 ene (EFE).- Las calles dedicadas a falangistas y generales sublevados en 1936 son fuente de polémica en España mientras en el otro extremo del globo, en pleno centro de Manila, esconden la historia de una poderosa oligarquía cercana a Franco.

La calle Primo de Rivera, en honor al fundador de la Falange española, parte del barangay (barrio) de Singkamas hasta llegar al de La Paz en Pasong Tamo, un distrito obrero agitado por la frenética actividad de los puestos de comida y ropa, el rugido de los yipnis -pintorescos minibuses locales- y un enjambre de triciclos a motor.

La de Primo de Rivera deja a ambos lados las rúes de Aranda, Ponte, Mascardo (Moscardó) y Dávila, todos ellos veteranos de la campaña de Marruecos y protagonistas de la insurrección contra la II República, hasta llegar al cruce con Mola, cerebro del fallido golpe de Estado militar que dio inicio a la Guerra Civil española.

Después de más de tres siglos de colonización Filipinas dejó de ser territorio español en 1898, cuando Franco todavía era un niño. Entonces, ¿por qué este distrito del área de Makati rinde tributo a sus cómplices de la sublevación de 1936?

La clave reside en el apoyo que la oligarquía manileña, representada por influyentes familias de ascendencia española, brindó al bando rebelde tras el golpe y después de la guerra al dictador, según el historiador Florentino Rodao, autor del libro Franquistas sin Franco: una historia alternativa de la Guerra Civil desde Filipinas.

“De todos los países, Filipinas fue donde hubo más apoyo a Franco en la colonia española”, explica a Efe este profesor especializado en Historia de Asia de la Universidad Complutense de Madrid.

La Corporación Ayala, perteneciente a la ilustre familia con raíces españolas Zóbel de Ayala, desarrolló tras la II Guerra Mundial el plan urbanístico de los que entonces eran sus terrenos de La Paz, según consta en los registros municipales del barangay.

Este clan, hoy uno de los más ricos e influyentes del país gracias a su extenso emporio empresarial e inmobiliario, permaneció estrechamente vinculado al régimen de Franco desde que el dictador nombrara cónsul en Manila a su primer patriarca, Enrique Zóbel de Ayala, al término de la Guerra Civil.

El secretario del barangay Singkamas, Bienvenido Cerdeña, nos revela que en la construcción y nomenclatura de la zona “además de los Ayala participaron otras altas familias con raíces españolas, como los Gorricho, los Cervantes o los Bormaheco”.

La mayoría de estas familias, afincadas en la otrora capital del Imperio español en Asia y teñidas por el mestizaje a lo largo de las generaciones, se alinearon con Franco y pusieron a su disposición la amplia influencia política y económica que ostentaban.


En cuanto a los sucesivos gobiernos de Manila hasta 1975, su relación con el régimen “fue siempre muy cordial”, asegura el historiador Rodao.

“Filipinas fue uno de los países que se pusieron del lado de Franco cuando la retirada de embajadores de la ONU”, recuerda, en referencia a la resolución que aisló diplomáticamente a España en 1946.

La Iglesia Católica filipina también ofreció su apoyo a Franco de la mano de Michael O’Doherty, entonces Arzobispo de Manila, y Silvestre Sancho, dominico español que nombró al llamado caudillo “Rector Magnificus” de la Universidad de Santo Tomás.

Este fraile asimismo celebró misas por la memoria de José Antonio Primo de Rivera, a quien unían con Filipinas ciertos lazos familiares ya que su padre, el dictador Miguel Primo de Rivera, y su tío abuelo Fernando habían participado en la guerra de finales del siglo XIX contra los independentistas del archipiélago.

Curiosamente el barangay La Paz también dedica un pequeño callejón al general Miguel Cabanellas, uno de los protagonistas del levantamiento del 36 pero cuyo nombre fue silenciado por el franquismo y excluido para siempre de la nomenclatura urbana, a excepción de Manila.

“Como Cabanellas era masón pasó a ser ignorado por las autoridades rebeldes pero en Filipinas no se enteraron de la situación, por lo que conservó la calle”, explica el historiador.

Fuente: laprensalatina.com

Himno de Riego

Himno de Riego: 14 de Abril. Esta fecha guarda una gran importancia en la historia moderna de España ya que tal día de 1931, se proclamaba la Segunda República española tras el abandono del Rey Alfonso XIII.

La rojigualda dió paso a la tricolor y la marcha granadera...popularmente fue sustituida por el  Himno de Riego (pese a las muchas reticencias que tuvo el gobierno).

                                                               
Himno de Riego es la denominación que recibe el himno que cantaba la columna volante del teniente coronel Rafael del Riego tras la insurrección de este contra el rey de España Fernando VII el 1 de enero de 1820 en Las Cabezas de San Juan.

¿De donde proviene el Himno? El Himno tiene su origen durante el trienio liberal (1820-1823) con el alzamiento de Rafael del Riego en Las cabezas de San Juan (Sevilla).

En la proclama que Rafael del Riego hizo en dicho pronunciamiento, entre otras cosas reivindicaba principalmente la Constitución de 1812 (conocida como la Pepa) y una monarquía constitucional. Bajo estas mismas premisas, el teniente coronel Evaristo San Miguel, amigo y compañero de Riego en la insurrección, escribió un poema en forma de himno inspirado en textos anteriores de la Guerra de la Independencia (entonces se entendía por himno, principalmente, lo que era el texto dándose la circunstancia de que un mismo himno podía tener diferentes músicas, hecho que también ocurrió con este «Himno de Riego»). Cuenta Evaristo San Miguel que «la columna continuó su marcha tranquila y lentamente. Resonaron por toda ella las voces de "¡Viva la Constitución y Viva la Patria!", como era de costumbre, y se entonó la canción patriótica y guerrera que se había compuesto en Algeciras» (la columna había llegado a Algeciras a las 7 de la tarde del 1 de febrero y salió de allí el día 7 del mismo mes). Un testigo de los hechos, A. Grimaldi, escribía bastantes años después una carta enviada al periódico El Averiguador, nº 12 de 1871, contando que la letra «estaba impresa en San Fernando; y San Miguel la llevaba formando paquetes, metidas en las pistoleras, de donde sacaba ejemplares para repartirlos».

Si el texto está claro que lo escribió Evaristo San Miguel, no ocurre lo mismo con la música que hoy día conocemos ya que no se sabe a ciencia cierta quién la escribió a pesar de las numerosas investigaciones realizadas desde el siglo XIX (principalmente por Francisco Asenjo Barbieri y Felipe Pedrell) hasta nuestros días.

Existieron, durante el Trienio Liberal, muchos himnos de Riego, es decir obras con la letra de Evaristo San Miguel y diferentes músicas. Como ejemplo, el 21 de abril de 1820, el Diario de Madrid anuncia en el teatro del Príncipe «el fin de fiesta La Palabra Constitución, adornada de bailes, canciones patrióticas, y del Himno del inmortal D. Rafael del Riego, música nueva, compuesta por D. Esteban Moreno, maestro de este arte en el referido teatro». De todos estos himnos se significaron dos, especialmente, y a ellos se refiere el Diario de Madrid en diferentes números, a partir del nº 119 del 28 de abril de 1820, cuando, refiriéndose a la programación del teatro de la Cruz, señala “y dos himnos, el primero conocido por el de Riego, y el segundo con la música original que cantaban las tropas del citado héroe”. Mesonero Romanos y otros dicen que ese primero es el que quedó como Himno de Riego, mientras que Alcalá Galiano, uno de los protagonistas civiles del pronunciamiento, sostiene que fue el segundo. A día de hoy, todavía no se ha podido esclarecer si la música que conocemos es la perteneciente al primero o al segundo himno.

Rafael del Riego

La música que ha llegado hasta nosotros como «Himno de Riego», como ocurre con la mayoría de los himnos de la Guerra de la Independencia, está basada en el ritmo en 6/8 de la contradanza, siendo el antecedente más importante el famoso «Himno de la Victoria» que, tras la batalla de Bailén, escribió Juan Bautista de Arriaza y puso en música Fernando Sor. En el caso del «Himno de Riego», lo más probable es que la música fuera compuesta, poco después del texto, por el músico mayor (lo que hoy día llamamos director de la banda) del Regimiento de Asturias, el regimiento de Riego, o por algún otro músico cercano. Tradicionalmente se ha dicho que fue compuesta por el músico valenciano José Melchor Gomis ya que en 1822 se publicaron bajo su firma varias versiones del himno en el libro Colección de canciones patrióticas que dedica al ciudadano Rafael del Riego y a los valientes que han seguido sus huellas el ciudadano Mariano del Cabrerizo; además, en su pueblo de Ontinyent se habría conservado hasta hace poco un manuscrito suyo (a fecha de 2012 en paradero desconocido) de una versión del himno para solistas, coro y orquesta; por otro lado, en 1830 Gomis compuso la ópera Le diable à Séville, que se estrenó en París en enero de 1831, cuyo argumento principal es precisamente la insurrección de Riego contra Fernando VII aunque contada de una forma que no tenía ninguna correlación con los sucesos históricos originales (el título de El diablo en Sevilla se refiere a la contraseña utilizada por la Inquisición, en el inventado argumento de esta ópera, para advertir a sus espías de que Riego ha llegado a Sevilla). Sin embargo, a pesar de estos datos, la mayoría de los musicólogos opinan hoy en día que Gomis no compuso esta música sino que solo realizó diferentes versiones y arreglos del himno en su condición de músico mayor de la banda de la Milicia Nacional, cargo que desempeñó entre 1822 y 1823.

A. Grimaldi, citado más arriba, cuenta también en su carta de El Averiguador que «la música fue compuesta en Morón por el profesor D. Manuel Varo, músico mayor de la charanga de caballería que llevaba la columna. En su origen la música de dicho Himno fue un rigodón del maestro Varo, que él mismo acomodó a la letra añadiendo las notas del coro, que tienen diferente ritmo. Debo esta noticia al benemérito coronel retirado D. Pedro de la Cruz Romero, subteniente entonces en aquella columna, y a un discípulo del profesor Varo, que la oyó varias veces referir a su maestro».

Otros músicos que, según diferentes documentos y testimonios, han podido ser autores de la música son: José María Reart y Copons, Fernando Miranda, José Baró y Saavedra, Francisco Sánchez, el músico francés Bisop, Antonio Hech, el alemán Enrique Kietkmariket y el guitarrista alicantino Trinidad Huerta (aunque este último es el más improbable de todos).

Musicólogos sugieren que la música puede estar tomada de la Dance de Guayente y el Ball de Benàs (también llamada Dance de los mayordomos) que se baila en el valle de Benasque (Huesca) ya que la música de la segunda parte de la danza es exactamente igual que la del «Himno de Riego», a lo que añaden que Riego la pudo conocer mientras estuvo preso en Jaca durante la Guerra de la Independencia y después utilizarla como música de su «Himno».[cita requerida] Sin embargo, esta misma semejanza de la música del Himno de Riego con segundas partes de danzas populares la encontramos también en danzas de otras regiones españolas, como en una contradanza del pueblo de Arnedo (La Rioja) y un Agudillo de la provincia de Burgos.[cita requerida] Otras vinculaciones de la música del «Himno» con músicas populares, como las que sostienen que proviene de una canción del famoso Llivre Vermell (libro catalán del siglo XIV recopilatorio de músicas medievales) o de la variante valenciana de la canción popular catalana «El testament d’Amelia», no tienen ningún rigor musicológico ni histórico, ni superan, por falta de relación en los parámetros musicales, un análisis comparativo serio de ambas músicas.[cita requerida]


Otras fuentes atribuyen como la autoría al valenciano José Melchor Gomis y Colomer (Onteniente, 6 de enero de 1791 – París, 27 de julio de 1836) el compositor del Himno de Riego.
 
La marcha que fue creada en 1820, ayudó a Melchor Gomis a ser nombrado director de la banda de la Milicia Nacional, permaneciendo al frente de ella hasta 1823, fecha en que emigró a París, donde triunfaría como compositor. El himno formo parte del llamado “Trienio Liberal”, que no fue otra cosa que la victoria de los liberales frente a “la dejadez o aceptación” de “El Deseado” (Fernando VII).

Durante el Trienio Liberal (1820-1823) el «Himno de Riego» fue nombrado himno oficial de la monarquía constitucional española según decreto firmado por Fernando VII el 7 de abril de 1822 y leído ese mismo día en la sesión de las Cortes, decreto que fue publicado en la Gaceta de Madrid el siguiente domingo 14 de abril y que en su Art. 1º se dice: «Se tendrá por marcha nacional de ordenanza la música militar del himno de Riego que entonaba la columna volante del ejército de S. Fernando mandada por este caudillo». A pesar de la creencia popular, nunca fue oficialmente el himno de la Segunda República Española (1931-1939); en 1931, poco después de su proclamación, se organizó una gran polémica sobre su validez como Himno Nacional en la que terciaron numerosos políticos, intelectuales y músicos: entre otros fue famoso un artículo de Pío Baroja en su contra ya que lo consideraba demasiado callejero e impropio de los ideales de la nueva República. Anteriormente tampoco había sido himno oficial de la Primera República, período en el que coexistieron varios himnos, entre ellos la Marcha Granadera, base del actual Himno Nacional español.


El «Himno de Riego» fue prohibido durante la Década Ominosa de Fernando VII y posteriormente restituido durante el reinado de Isabel II. Una de las versiones más interesantes del Himno fue realizada en esta época, hacia 1835, por el músico Pedro Albéniz (profesor de piano de Isabel II) para solistas, coro y piano con el título de Variaciones brillantes sobre el Himno de Riego Op. 28, obra que dedicó al entonces presidente del gobierno Juan A. Mendizábal. Durante este reinado era cantado por las tropas liberales, sobre todo durante la Primera Guerra Carlista, como símbolo constitucional liberal; más tarde volvió a ser prohibido durante un breve período del reinado de Isabel II, a pesar de que ella lo había cantado e interpretado al piano en sus años jóvenes, y finalmente fue prohibido durante el período franquista.


Riego fue un símbolo de los liberales de España durante el siglo XIX y principios del siglo XX que se alzó contra el absolutismo de Fernando VII en la localidad de Las Cabezas de San Juan, provincia de Sevilla (1 de enero, 1820) para instaurar un nuevo régimen monárquico constitucional que tendría como norma básica la pionera Constitución de 1812, redactada ocho años antes por las Cortes de Cádiz y popularmente conocida como la Pepa. Por lo tanto, y en contra de lo que se cree popularmente, el «Himno de Riego», al menos en su origen, no es un himno republicano ni antimonárquico sino que es el himno de los liberales españoles que reclamaban la monarquía constitucional y por lo tanto, durante su vigencia oficial, fue el himno de la monarquía constitucional española.

                                           El Fusilamiento de Torrijos, por Antonio Gisbert.

Parece que la letra del Himno de Riego fue escrito por Evaristo Fernández de San Miguel en 1820, cuyo texto es de Evaristo Fernández de San Miguel y música de autor desconocido, aunque alguna versión le atribuye autoría a José Melchor Gomis.

La letra original de Evaristo San Miguel en los primeros días de 1820 y publicada poco después en el opúsculo citado en la bibliografía. Es también la letra oficializada como himno nacional durante el Trienio Liberal y que Azaña intentó restaurar en la II República sin conseguirlo. Además de la letra original de E. San Miguel, durante el segundo período republicano hubo muchas letras o letrillas populares, más o menos afortunadas.

También hubo un himno republicano alternativo, que era una adaptación del «Himno de Riego» cantada en centros de enseñanza republicanos en México, y varias versiones1 utilizadas popularmente en la época de la II República de forma satírica, reflejando el sentimiento anticlerical y antimonárquico de quienes las cantaban.

Letra original de Evaristo San Miguel que se compone de 9 estrofas seguidas del correspondiente estribillo.

             Retrato pintado por Angel María Cortellini y Hernández, 1866. Congreso de los Diputado

Soldados, la patria
nos llama a la lid,
juremos por ella
vencer o prefiero morir.
Serenos, alegres,
valientes, osados,
cantemos, soldados,
el himno a la lid.
Y a nuestros acentos
el orbe se admire
y en nosotros mire
los hijos del Cid.

Soldados, la patria (etc.)
Blandamos el hierro
que el tímido esclavo
del fuerte, del bravo
la faz no osa a ver;
sus huestes cual humo
veréis disipadas,
y a nuestras espadas
fugaces correr.

Soldados, la patria (etc.)
El mundo vio nunca
más noble osadia
Ni vio nunca un día
más grande en valor,
que aquel que inflamados
nos vimos del fuego
que excitara en Riego
de Patria el amor?

Soldados, la patria [...]
Su voz fue seguida,
su voz fue escuchada,
tuvimos en nada
soldados, morir;
Y osados quisimos
romper la cadena
que de afrenta llena
del bravo el vivir.

Soldados, la patria (etc.)