Gerda Taro, la fotoperiodista

La fotografía constituye un material preciado para los historiadores y las historiadoras de la época contemporánea. Quizás una de las principales y más valiosas fuentes primarias con las que se trabaja este período. Las fotografías nos permiten acercarnos al tiempo y al espacio, pero debemos hacer un ejercicio de profundidad histórica para comprender el poder que llegaron a tener durante el siglo XX.

Me atrevería a firmar que en algunos momentos cambiaron el transcurso mismo de la Historia. Una fotografía que mostraba republicanos lanzando tiros a un Corazón de Jesús recorrió Europa como la pólvora y disuadió a mucha población europea demócrata de tener una voz mucho más contundente para defender el Gobierno republicano. La famosa fotografía de los niños vietnamitas corriendo desnudos delante de soldados americanos levantó a un país al grito de “Make love, not war”. El poder de la fotografía fue, sin lugar a dudas, difícilmente mesurable e innegablemente importante.


Cuando hablamos de la fotografía en el siglo XX automáticamente nos vienen a la mente nombres como David Seymour, Alfred Stieglitz o Robert Doisneau. La Historia reservó para Gerda Taro uno de sus rincones en el duro ostracismo. Sin embargo, cuesta comprender la fotografía del siglo XX sin nombrarla a ella, a una de las primeras foto-periodistas documentadas que tenemos el gusto de conocer y poder descubrir.

De origen judío y burgués, desde su más temprana juventud simpatizó con el movimiento obrero y socialista. La llegada del nazismo al poder alemán la llevó al exilio donde conoció a su compañero de vida, Ernö Friedman, más conocido como Robert Capa. Juntos recorrieron la Europa del terror, con especial mención a la Guerra Civil española, documentándola gráficamente.

La dura vida en el París de los años 30 y la escasez de trabajo y oportunidades les llevó a crear un personaje ficticio, al que llamaron Robert Capa, y que en verdad eran Gerda y Ernö. Ambos se presentaban como representantes de un importante y reputado fotógrafo americano. La argucia tuvo efecto y pronto comenzaron a granjearse un destacado número de mecenas. Ernö nunca más volvió a utilizar su verdadero nombre.


En 1936 comenzó la Guerra Civil española y Taro y Capa se trasladaron a suelo peninsular para documentarla. Vivieron de primera mano diferentes escenarios bélicos. Sin lugar a dudas, del trabajo de Gerda, el más notorio fue el reportaje sobre la batalla de Brunete, donde el bando republicano venció al bando sublevado. Este reportaje se publicó en 1937 en Regards y otorgó gran prestigio a Taro.

La guerra avanzaba y el bando republicano encadenaba derrota tras derrota. Gerda se replegó en territorio republicano, aunque nos dejó testimonio visual de importantes enfrentamientos, donde puso en jaque su propia vida para documentarlos.

Gerda Taro consagró su vida al periodismo y a la fotografía, pero fue más allá, Taro era una investigadora. Intrépida por naturaleza, peleó contra la tradición y reivindicó su derecho a firmar con su propio apellido sus trabajos. Finalmente, fue la guerra la que le arrebató la vida a la edad de 26 años. Gerda falleció en un accidente durante el repliegue del ejército republicano. Su cuerpo fue trasladado a París donde se le rindió homenaje como una heroína republicana.

Durante años su nombre y su legado permanecieron silenciados y ocultados. La Historia borró su nombre y su contribución a la misma.


Siete décadas después, allende los mares, descubriríamos con emoción unas cajitas de cartón, que vinieron a denominarse La Maleta Mexicana, que contenían casi 4.000 negativos de fotografías tomadas por Gerda Taro, Robert Capa y David Seymour, sobre la Guerra Civil Española. Aquella valija encontró su destino en México, el único país cuyo Presidente, Lázaro Cárdenas, alzó la voz en la Sociedad de Naciones para defender la legitimidad del Gobierno republicano durante la guerra española. Quizás la casualidad en algunos momentos juega en favor de la Historia. Es difícil imaginar el escenario de la España de los años treinta sin el testimonio visual que nos dejaron Taro, Capa y Seymour.

Pero sobre todas las cosas es difícil entender cómo una sociedad puede permitirse olvidar a una mujer como Taro, cuya contribución a la fotografía y al papel de las mujeres en el ejercicio de la misma fue absolutamente fundamental.

En este momento su legado reposa en tierras mexicanas. Aquello a lo que Gerda dedicó su corta vida, la fotografía, impedirá que pueda ser nuevamente olvidada.

Fuente: farhamptonmag.com




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