La "patria", al menos terminológicamente hablando, está secuestrada por un ejército formado por corruptos, machistas, xenófobos, inmorales y hasta neofascistas. No insulto, créanme, me limito a definirles de forma objetiva
El diccionario de la RAE, siempre atento a los usos y
costumbres del lenguaje, debería cambiar urgentemente el significado de
la palabra "patriota". Hoy en día, en nuestro país, la inmensa mayoría
de quienes así se definen responden a un patrón egoísta, intolerante y
excluyente que ha pervertido la naturaleza original de esa inocente
palabra. Los "patriotas" españoles no aman a España, aman exclusivamente
el concepto de país que les satisface y les beneficia ideológica, moral
y, sobre todo, económicamente. Es una patria fabricada a la carta en la
que solo caben ellos y quienes piensan como ellos. Es una España en la
que todos los demás no somos bienvenidos.
La
"patria", al menos terminológicamente hablando, está literalmente
secuestrada por un ejército formado por corruptos, machistas, xenófobos,
inmorales y hasta neofascistas. No insulto, créanme, me limito a
definirles de forma objetiva. Empezando por los más listos, son los
dirigentes del Partido Popular los que se envuelven, día sí y día
también, en una gran bandera nacional para que sus largos metros de tela
impidan ver la otra "tela", en "B", que aflora de sus bolsillos. Los
gobiernos nacionales, autonómicos y municipales más patriotas son
aquellos cuyos miembros atesoran cuentas en Suiza y Panamá; son aquellos
que desfilan por los tribunales de Justicia de Madrid, Palma de
Mallorca o Castellón.
Este tipo de personajes son los que han vuelto a
levantar la voz, en los días previos al 12 de octubre, para repartir
carnés de españolidad. Hemos escuchado a Esperanza Aguirre, esa gran
patriota que tiene el récord mundial de consejeros y asesores imputados
por corrupción, rasgarse las vestiduras porque la alcaldesa de Madrid no
asista al marcial desfile. Un desfile en el que el muy patriota
ministro de Defensa, ese ministro que posee lucrativos vínculos con la
industria armamentística, se ha encargado de que participe una bandera
de la Legión bautizada con el nombre de un general sanguinario y
golpista como fue Millán Astray. No es una casualidad sino una decisión
lógica y calculada: en su patria solo caben las víctimas del franquismo
si permanecen calladas, humilladas y olvidadas.
Este hooligan que se
dice periodista es ahora el gran defensor de los valores patrios. En sus
vídeos suda literalmente odio, violencia e intolerancia por cada poro
de su cuerpo. No merecería mención alguna si sus exabruptos digitales
estuvieran alojados en el lugar que le corresponde, la web de sus
correligionarios de Hogar Social Madrid. Pero no es así, su concepto de
patria le han hecho merecedor de un espacio privilegiado en un diario
digital con millones de lectores, de entrevistas en magazines matinales
en televisiones generalistas y hasta de la publicación por un importante
grupo editorial del libro titulado, brillantemente, España con dos cojones.
Estos patriotas fueron los artífices de una de las escenas más penosas,
desde el punto de vista humano, que hemos visto recientemente. Ellos
fueron los que se inventaron, el pasado domingo, una supuesta afrenta
del futbolista Gerard Piqué a la gloriosa camiseta de la selección
nacional. Sus infundios fueron recogidos, y esto es lo grave, por
numerosos medios de comunicación. Quizás lo hicieron más porque el tema
vende que por convicción, pero lo cierto es que lo hicieron.
No puedo estar más de acuerdo con la reflexión que hacía en Marca
Alberto R. Brasero: "No se concede demasiada importancia a la verdad. En
general [en los medios digitales] se trabaja bajo el prisma de que lo
amarillo y lo inmediato suponen pinchazos, y de que los pinchazos atraen
publicidad, y de que la publicidad genera dinero". Lo triste, añado yo,
es que de ello se deduce no solo la miseria periodística sino el gran
número de seguidores que tiene ese patriotismo chusquero.
Piqué acabó presentándose ante las cámaras de televisión cabizbajo,
como un niño, armado con una camiseta para demostrar su inocencia; tras
hacerlo, anunció apenado su marcha de la selección, tiró la toalla
porque él tampoco cabe en esta patria. No seré yo, con la que está
cayendo, el que me entristezca por la suerte de un privilegiado
futbolista, pero su caso es síntoma y consecuencia de una gravísima
situación política y social.
Los patriotas
criminalizaron y criminalizan a Cataluña porque ese discurso les daba
votos y, de paso, les permitía desviar la atención de sus corruptelas,
recortes y miserias. Esa es la razón principal, aunque no la única, por
la que cada día son más los catalanes que ya no quieren saber nada de
esta España. El uso de la bandera como cortina de humo; la falsa pero
extendida identificación de los valores nacionales con el aroma rancio
del macho hispánico, con el "Una y Grande" porque yo lo digo; con los
viejos y nuevos vientos xenófobos que llegan de Europa; con los dos
cojones… nos animan a muchos a seguir los pasos de Piqué porque su
patria, sencillamente, no es nuestra patria. Mi pregunta es: ¿No será
eso, precisamente, lo que están buscando esos patriotas?
Fuente: eldiario.es
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