Cuatro kilos de azucar y una lata de aceite.


Uno de los aspectos más dolorosos y esperpénticos de la rebelión franquista fue el uso, por un caudillo que se proclamaba adalid del nacionalcatolicismo, de guerreros musulmanes para aplastar a sangre y fuego a otros españoles. Y ello tan sólo una década después de que los militares africanistas a los que pertenecía Franco hubieran acabado brutalmente, incluyendo el uso del gas tóxico iperita, contra esos mismos musulmanes del norte de Marruecos que se resistían al colonialismo español.

¿Por qué se alistaron tantos marroquíes de la zona Norte, la del Protectorado español, en las filas rebeldes? En parte a la fuerza, pero sobre todo por hambre. Tras años de sequía y magras cosechas, aquella gente se apuntaba a una cruzada y lo que fuese por dos meses de paga anticipada, cuatro kilos de azúcar, una lata de aceite y panes diarios según el número de hijos.

Para que la derecha pudiera entender la ayuda de unos moros que durante un milenio habían presentado como el enemigo por antonomasia de su España unitaria, centralista y católica, Franco se sacó de la manga un falaz argumento, que los cristianos franquistas y los musulmanes rifeños compartían algo, la creencia en Dios, frente a los ateos republicanos, comunistas y anarquistas.

Llegaron a la Peninsula en barcos y aviones alemanes y su número estaba cercano a los 8.000. De la misma manera que en Marruecos el robo y el botín eran tolerados cuando no fomentados para compensar la escasa paga y mantener contentas a las tropas, los oficiales franquistas españoles no sólo permitían sino que hasta alentaban prácticas análogas en España. Concebían la lucha contra los “rojos” en la toma de ciudades y pueblos con el mismo patrón que las razias en el Rif: entrada a sangre y fuego, seguida de saqueo, destrucción, violaciones y matanzas de la población civil.

Después de arrasar Andalucia, Badajoz y parte de Castilla, Yagüe era partidario de continuar hacia Madrid, el objetivo esencial era evitar cualquier demora que permitiera al gobierno de la República organizar y reforzar la defensa de la capital. Pero Franco tomó una decisión que cambiaría el transcurso de la guerra, había que abandonar la marcha hacia Madrid y dirigirse a Toledo, a socorrer a los sitiados. Franco sustituyó a Yagüe, partidario de seguir hacia Madrid, por su amigo de las campañas del Rif, el general Enrique Varela. El día 21 de septiembre de 1936, siguiendo las órdenes de Franco se dirigió a tomar Toledo. Seis días después, estaban a las puertas de la ciudad.

Con esta “hazaña” Franco libero el Alcazar y consiguió  que lo nombraran Jefe del Estado nacional. Aquella frase :“Sin novedad en el Alcázar”, hizo dictador al “Generalísimo”

Una vez liberado el Alcázar tocaba limpiar la ciudad de “rojos” y para eso había que soltar a los perros sedientos de sangre, los tabores de regulares con su coronel, Mohamed Mezzian , al frente. Sin ningún control comenzaron sus actos de barbarie y vandalismo que escandalizaron y conmovieron al mundo. En Toledo no se hicieron prisioneros directamente se asesinaba por las esquinas. Por la calle principal corría la sangre hacia las puertas de la ciudad. Los cadáveres mutilados y castrados se esparcían por los adoquines de la Imperial Toledo.

En el Hospital de San Juan, había unos 200 heridos republicanos que no se salvaron ninguno. Granadas y bayonetas les quitaron la poca vida que les quedaba. Un médico y una enfermera también entraron en el lote.

De la Maternidad toledana sacaron además a 20 mujeres embarazadas a las que condujeron al cementerio municipal donde las ejecutaron. Atrocidades como esta y otras, en las que el ensañamiento y la crueldad alcanzan límites insoportables, podrían citarse por docenas.

En Toledo, como en otras poblaciones que antes habían ocupado, las tropas de Mezzian se dedicaron a lo que mejor sabían hacer: fusilar en masa, mutilar a los muertos y pasear sus despojos pinchados en sus bayonetas como símbolo de victoria. Violar a las mujeres hasta matarlas. Saquear las viviendas vendiendo en improvisados zocos los productos de su rapiña.

A las mujeres no bastó con matarlas. Falangistas y soldados usaron con saña la violencia sexual, aunque resulta imposible delimitar su impacto, la violación se borraba a menudo con el asesinato. La violación sistemática por parte de las columnas africanas se incluye en el plan de imponer el terror. Durante dos horas, las tropas disponían de libertad plena para dar rienda suelta a instintos salvajes en cada ciudad conquistada. Las mujeres entraban en el botín. El periodista John T. Whitaker, que acompañaba a los rebeldes, junto a Mezzian, presencio la detención y posterior interrogatorio de dos jóvenes que aún no habían cumplido 20 años. Una era afiliada sindical. La otra se declaró apolítica. Tras interrogarlas, Mezzian las llevó a una escuela donde descansaban unos 40 soldados moros, que estallaron en alaridos al verlas. Cuando Whitaker protestó, Mezzian le respondió con una sonrisa: “No vivirán más de cuatro horas”.

La ferocidad de los moros de Franco espantó a los republicanos. Estos mercenarios tenían la bendición de sus muy católicos oficiales españoles para saquear, violar y mutilar en las poblaciones conquistadas. Franco, ‘utilizó las tropas marroquíes no sólo como carne de cañón, sino también como arma psicológica contra el pueblo español. Por lo demás, esos mismos métodos del pillaje, la destrucción, la violación y el corte de orejas, cabezas y testículos habían sido empleados por el Ejército español en su guerra contra los rifeños.
 

¿Pero quién era Mohamed Mezzian, el único capitán general moro de España y el jefe de tanta maldad? 
 
 
Una casualidad explica, al parecer, la excepcional carrera militar de Mezzian. En 1910, cuando apenas tenía trece años, subió al encerado y resolvió un problema ante la mirada atenta de Alfonso XIII que visitaba su colegio, según relató “El Telegrama de Melilla”. El monarca, agradado, preguntó al pequeño qué quería ser y este le contestó: “Capitán”. Tres años después el rey apadrinó su ingreso en la Academia de Infantería de Toledo cuyo reglamento hubo de ser modificado para que pudiera ingresar un musulmán.

El 17 de julio de 1936, que fue realmente el primer día de la sublevación militar, Mezzian tendría la oportunidad de “agradecer” a su país de acogida lo que había hecho por él. Al frente del 2º Tabor de Regulares, se unió a los sublevados para atacar la base de hidroaviones de El Atalayón, en Melilla, defendida por un puñado de oficiales, suboficiales y soldados leales a la República, al mando del capitán Virgilio Leret. Allí ocasionaron las primeras víctimas de la Guerra Civil.
 
Poco después, ya en la península, comenzó la cruel carrera de dudosa gloria de Mezzían, al lado de su “compañero de armas” Franco, desempeñando un papel importante en la “liberación” del Alcázar de Toledo, en la marcha sobre Madrid y en las batallas de Teruel y del Ebro.

Por las matanzas, el pillaje, las mutilaciones y las violaciones entre otras “hazañas” similares inclinaron a su amigo Franco a nombrar a Mezzian en 1953, después de otros varios cargos, Capitán General de Galicia amen de cantidad de chatarra en medallas.

En 1956, al obtener Marruecos la independencia, el rey Mohamed V le pidió que se encargara de la organización del nuevo ejército marroquí, por lo que solicitó su baja en el ejército español y, junto con el futuro rey Hassan II, protagonizó la despiadada represión de la sublevación del Rif, cuyos habitantes rebeldes fueron bombardeados con napalm.
 
Después de acumular cargos y honores en Marruecos, incluido el de embajador de ese país en
Tantos “méritos” acumuló que, en 2006 su hija, Leila Mezzian, inauguró un museo dedicado a la memoria de su padre, lleno de fotos del dictador Franco con “su” general rifeño. El museo se encuentra en Nador, a doce kilómetros de Melilla. Ocupa la casa natal de Mezzian, que también le fue regalada por su protector por los servicios prestados.
España, Mezzian murió en Madrid en marzo de 1975, el mismo año que el “Generalísimo”

En la inauguración se dieron cita varios ministros y un puñado de generales marroquíes, historiadores y personalidades de las finanzas, nuestro país, estuvo representado en lugar de honor, concretamente el embajador de España en Marruecos, Luis Planas, y dos generales, el teniente general Rafael Barbudo, segundo jefe de Estado Mayor del Ejército, y el general Vicente Díaz de Villegas, comandante general de la ciudad de Melilla. El embajador además, se desplazó en un avión privado desde Rabat, puesto a disposición de los invitados por la familia de Mizzian.

Y como es habitual, se desconoce cuántos fueron asesinados en Toledo, no sabemos sus nombres ni sus apellidos y tampoco donde están enterrados. No existen. Eso sí, los culpables de las matanzas, fieles protagonistas de un pasado siniestro, y un presente sin juzgar a los asesinos de miles y miles de desaparecidos, se les llena de honores y medallas. Algunos aún respiran por ahí.

Autora: Sol López-Barrajón
Fuente: MemoriaPublica

0 comentarios: