En la primera fase de la guerra, desde el golpe de julio de 1936 hasta noviembre del mismo año, con la estabilización de los frentes, la violación sistemática siguió la estela de avance de las tropas fascistas.
Las mujeres son objetivo prioritario de las fuerzas militares en su
ataque a objetivos civiles. Toda sociedad se vertebra entorno a sus
mujeres, como sostenedoras del hogar y de la economía de bajo alcance y
son la reserva reproductiva. Además, en toda sociedad patriarcal, las
mujeres son las depositarias del honor de la casa y de la sociedad, y
dañarlas a ellas es mostrar que sus hombres no son capaces de
protegerlas. Las violaciones en tiempo de guerra sirven a los agresores
de diferentes formas, son baratas, terroríficas, dañan a esta generación
y la posterior, dañan la imagen de la sociedad que las recibe, marca
para siempre a las víctimas.
El General Mola estaba preocupado y asustado, pero sus compañeros
carlistas, militares y religiosos, terratenientes y notables navarros,
lo tranquilizaron. El golpe estaba diseñado para desencadenar una oleada
de terror que «paralizará las fuerzas republicanas e impidiera una
respuesta adecuada». La ofensiva militar llevada a cabo contra la
población civil por las tropas sublevadas durante la Guerra Civil
utilizó la violación como arma de guerra, con un cariz de terror y de
dominación muy concreto, desencadenado y fomentado por la oficialidad
para conseguir sus objetivos.
"Mujeres y jóvenes republicanas de Montilla (Córdoba), rapadas y obligadas a saludar al estilo fascista, a principios de agosto de 1936. / blog Tendencias21"
Sin embargo, en la zona republicana no hubo violencia sexual. La
propia Causa General franquista que investigaba los crímenes rojos
después de la contienda, caracterizada por la exageración y la
injusticia, solo cuenta un único caso de violación a una monja en toda
la guerra y reconoce severas dudas al respecto.
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