Dice la historia que la noche del 5 de enero de 1937 un fascista entró a un bar del barrio del Molinar y mostró a los presentes un sujetador manchado de sangre. "Mirad, mirad, son los sostenes de Aurora". Así supieron en todo el barrio que Aurora Picornell, una de las dirigentes del Partido Comunista de España (PCE) en Mallorca, había sido fusilada a manos de los franquistas. La anécdota la cuenta el escritor Llorenç Capellà en su libro Diccionari Vermell.
Hoy se cumplen 80 años del asesinato de Aurora Picornell Femenías y las rojas del Molinar (Catalina Flaquer Pascual, sus hijas Antonia y Maria Pascual Flaquer, y Belarmina González Rodríguez). Tenían en común que todas ellas vivían en el Molinar y eran comunistas.
Agrupaciones de izquierdas han programado actos para que su historia no caiga en el olvido y el activismo de las cinco asesinadas siga vivo. El recién estrenado Col·lectiu Aurora Picornell es uno de ellos, pero el Grup Blanquerna, el Ateneu Pere Mascaró o la Fundació Emili Darder son algunas de las entidades que también se han movilizado con motivo del 80 aniversario de una atrocidad.
Las cinco mujeres fueron encarceladas en la prisión de Can Salas como presas preventivas, según explica el historiador David Ginard i Ferón en su obra La Guerra Civil als Països Catalans (1936-1939). El 5 de enero de 1937 se las llevaron a Porreres y las fusilaron en el cementerio.
Pese a que solo tenía 25 años, la figura más conocida era Aurora Picornell. Nació en 1912 en el Molinar. Sus padres eran unos conocidos comunistas. Con 18 años militó en la Lliga Laica de Mallorca. Al año siguiente fundó el Sindicat de Sastresses. También impulsó el Socorro Rojo Internacional y fue responsable regional del PCE, del que participó en su primera conferencia y ayudó a implantarlo por Menorca. Su activismo político le llevó ser reconocida en la isla y a merecerse el apodo de La Pasionaria de Mallorca.
La capturaron en julio de 1936, poco después del alzamiento franquista mientras se estaba refugiando en la Casa del Poble de Palma. De allí la trasladaron a la prisión y, seis meses después, la encargada de Can Salas gritó su nombre junto a sus otras tres compañeras. "Salgan, que las piden". De allí a la cruz de Porreres, de donde nunca volvió. El Ayuntamiento de Palma le rindió homenaje en 1987, cuando se cumplió el medio siglo de su asesinato, poniendo su nombre a una calle del Molinar.
Catalina Flaquer fabricaba cenachos en su casa del Molinar. Era comunista, igual que Picornell. Los últimos días de su vida discurrieron en paralelo a los de la política. A Flaquer la encerraron en la cárcel y la torturaron para lograr que confesara donde estaban escondidas sus hijas, Antonia y Maria Pascual, que también militaban en el PCE. A María la capturaron gracias a que unos fascistas engañaron a su hija, de unos 3 años, ofreciéndole caramelos. Se ganaron su confianza hasta que la niña les reveló su guarida.
Capellà explica en su obra que las monjas del Puig de Sant Miquel se burlaron de las rojas del Molinar y las insultaron antes de su muerte. Cuando la sacaron de Can Salas, Picornell prometió a una de sus compañeras: "Si mañana sigo con vida, esté donde esté, te lo haré llegar". El ovillo no regresó, pero sí su memoria. La historia de estas mujeres revolucionarias sigue viva a día de hoy, gracias a las activistas que mantienen su legado.
Fuente: Diario De Mallorca
Fuente: Diario De Mallorca
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