
En las miles de fosas esparcidas
por todo el Estado, por tanto, sólo hay republicanos. Dice Rajoy que
España es un gran país, pero es mentira. España no puede ser un gran
país mientras haya miles de personas en las cunetas”, señala a Público
el hispanista Ian Gibson, que califica las declaraciones de Rajoy como
“espantosas”. “Me parecen espantosas, pero desgraciadamente me las
esperaba. Ya habíamos escuchado a Rafael Hernando y a Pablo Casado. Es
la opinión del PP”, sentencia Gibson.
“La transición fue llevada a
cabo sin un debate público sobre el ciclo histórico abierto en 1931 y
cerrado en 1978. Pasarán decenios antes de que la derecha española
desista de sus esfuerzos por justificar la rebelión armada de 1936. El
actual armisticio de “reconciliación nacional” es solamente eso, un
armisticio. (…). No todo el mundo lo pasó mal mientras Franco estuvo en
el poder. Después de todo, gracias a la guerra civil la clase dominante
de España dispuso de cuarenta años para saquearla.” Herbert R.
Southworth
La larga duración de la
dictadura se debe a que el fascismo español se erigió sobre una gran
matanza fundacional. Los golpistas sabían mejor que nadie que por cada
persona asesinada en territorio republicano ellos habían acabado con la
vida de varias. La investigación ha aportado hasta ahora los nombres de
unas 135.000 frente a las 49.200 asesinadas en zona republicana. Ante
esta matanza fundacional la dictadura ocultó la propia carnicería y
falseó la contraria desde el mismo inicio del golpe militar hasta la
muerte del dictador. El mensaje era claro: nadie podría enlazar la nueva
democracia con la República, para lo cual prohibieron que partido
alguno pudiera presentarse con dicha palabra o derivados en su nombre, y
nadie podría enjuiciar lo ocurrido desde el inicio del golpe hasta el
final de la dictadura, para lo cual decretaron una amnistía en octubre
de 1977.
Sin duda estas dos medidas,
básicas en el modelo de impunidad español, fueron efectivas y vinieron a
cerrar el “todo queda atado y bien atado” de Franco. Esto se completó
con una política archivística que dejó en manos de los responsables de
la represión (Ejército, Guardia Civil y Policía) la documentación que
hubiera permitido conocer sus verdaderas dimensiones o, lo que es lo
mismo, nuestros archivos del terror.
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