Sus ideas fueron silenciadas con una bebida letal, método de tortura importado por la CIA?: salfumán y gasolina, “el cóctel de la verdad”
Por Maité Campillo
Cipriano Martos (militante del PCE (ml)-FRAP)
(Año 1973, hacia losúltimos culatazos de una resistencia sin final, el aceite de ricino degollando intestinos había quedado obsoleto…)
¿Empezaba la Guardia Civil a “mostrar” un talante más acorde en vistas a
la sucesión?. ¿De quién partió la idea ‘de cambio’ del tradicional
método represivo por los esbirros: aceite de ricino, a salfumán y
gasolina?. ¿Existían tales órdenes por los servicios secretos entorno a
Alemania, EEUU, y hasta la propia UNESCO, de “moderar” los métodos de
estrangulamiento, y “alejarse” del tradicional fusilamiento que partió
la historia en dos?. Lo que al dictador le permitió una mayor expansión y
mucho más poder represivo hacia el escarmiento final contra las “hordas
rojas”, de sus días en la tierra de los vivos. Abriendo cómodamente
portones, compuertas y ventanas soterradas sobre una “paz” de sangre,
filtrándose entre mazmorras. Riadas bajaban desde los montes y
encerronas sobre valles atestando cunetas, uniéndose de forma
involuntaria a los combatientes contra la paz
impuesta por más de 35 años; respuesta como guerra antifascista de
liberación, la lucha no cesó. ¿“Últimos” culatazos a la resistencia
favoreciendo la represión descarnada, la trituración de huesos, la
perforación estomacal, la irradiación de electrodos, asfixia, bañera,
barra de hielo, salfumán y gasolina?. Se fueron dejando atrás los
fusilamientos en masa y pasaron a ser individuales. Animaba al esbirro y
predisponía a tomar calles arrasando cualquier conato fuera
estudiantil, obrero, comunista, anarquista, republicano… Hoy tu sangre está llamando a cada puerta. Ayer
fuiste lucha, grito que ensalzo entre líneas. Ayer fuiste sangre, hoy
el reguero de su estela. Ayer sudor y lucha, hoy justicia contra la
barbarie.

Recuerdo
una de las mejores películas de Pilar Miró “El Crimen de Cuenca”, donde
la tortura sádica de la Guardia Civil queda reflejada en la memoria de
los que algún día la padecieron, llevaron al Cuartelillo por “sospechas y
les dieron el “paseo” o formaron parte de las sacas, incluso de los que
han pasado cerca del portón por donde asoma el tricornio del terror, pánico, todo miedo. Los
viví pisando nuestros movimientos de familia, sufrió sus envestidas. En
el libro “Incomunicado”, que próximamente saldrá a la luz, relato
hechos reales sobre la represión y torturas que sufrió a manos de los
cuerpos represivos



Luchador
de temple y acero, el que supo forjar en tajos, talleres, minas,
fábricas como pueblo concienciado, en cada uno de sus pasos y en el sudor de su frente. Obrero que el fascismo convirtió en héroe de su marginada clase, prevalecerá en la memoria de los que no olvidan, militantes de ella. Reto contra el
silencio absoluto que pretendió silenciar su muerte; roto por una de
las organizaciones encuadradas en el FRAP, la Agencia de Prensa “España”
Popular (APEP), que lo expandió por toda Europa *El Consulado
franquista de Hendaya fue atacado días después, sobre el que se
arrojaron botellas con pintura roja y se hicieron grandes pintadas de
¡Asesinos!.
NOTA
Leo con repudio lo que de historia franquista cae en mis manos. Imagino
el odio de los hermanos del mundo ante la patética manipulación de
nuestra histórica antifascista. ¿Qué pensarían las brigadas
internacionales de entonces, de este contexto político-ideológico de
trineos de una historia falsificada en democracia?. Conciliadora con los
asesinos, de la patética historia, sobre la que un día sabremos remontarnos con heroicidad. Que nuestra dignidad se imponga (la libertad de los nadie), base de vida sobre la sombra servil. Hilos de ajuste. Rapiña contra la soga del pozo por donde emana tu libertad, portal del sueño por donde desfila mi calle. Grita el vértigo que siembra el acoso; a lo lejos veo un bohío: rumbo abierto, el panteón es una losa demasiado pesada. ¡Oh, artista de la palabra, comprometidos poetas, militantes internacionalistas del grito que no cesa, frentes despejada de la bahía al cerro, fortaleza en historia y más que despierta la sonrisa a la vida, la saludo en desarrollo de esperanza sobre el camino de piedras. ¿Dónde los que luchan que el árbol impide que yo te vea?… dónde
el bosque de los poetas y educandos inspiradores de ciencia y arte,
dónde el universo de estrellas que mis manos no son tan poderosas para
levantar ni a la una ni a las dos la tormenta que anida en mi sus vidas;
textos, libros, obras de amor y lucha, pasión en lazo de amistad, internacionalismo, complicidad y estela que de ellos queda como semilla, Nicolás Guillen, por ejemplo (para más señas), entre otras patrias donde mirarse.
El
camino es largo pero no me cuesta apartar la maleza, no sirvo para ser
sólo piedra, soy canto que suena y rueda. Y, sé, lo sé, no tengo
remedio, soy ortodoxa. Por ello es que pregunto tanto como los mil, y un
millón de besos, van volando a reunirse con el verso monte a monte,
¿libertad, quién trabaja para hundirte?. Aún no está zanjada la
esperanza, el internacionalismo rezume sobre las aguas del Volga, y
salta a la Plata, gota a gota sobre la estela d’ Ernesto Guevara,
inseparable de nuestra historia universal revolucionaria. Y es que hay
“líderes” que viven a costa de la historia que tergiversan, e historia
preñada de verdaderos líderes y mártires que se silencia. Firme ‘la
guerrillera’ se aferra a los que aman. Contra “diarios” y delirios de
grandeza que reflejan esclavizando a los seres que luchan. Embravecida
‘la guerrillera’ avanza contra los que acorralan a su clase como legión
esclava, globalizando la pobreza sobre el planeta al borde del
apocalipsis, intimidando sueños de libertad.
Sí,
Cipriano Martos fue y es potencia humana, realidad histórica como parte
del misterio de los sencillos, que le apuntaló libre e independiente de
jurar banderas homicidas; contra la metamorfosis oscurantista del
imperio de la muerte y sus acólitos hoy dueños de “Europa”. Y hasta
pueda que algún día no podamos cerrar los ojos, ante posibles
evidencias, y la azada sirva más que para la cosecha. Mientras tanto y a
pesar de los pesares, llueve. Mi cuerpo se dilata en fibra ante cada
minuto de triunfo que aviva la esperanza. Vibra ante la rehabilitación
de la historia y ante la tumba de los que precedieron tu libertad.
Interpretando la lengua de las mariposas puedo decir, que la última palabra está en manos de los que luchan y sus labios gritan, ¡otro mundo es posible!.
PD.
Miguel Buñuel, de Teruel, militante PCE(ml)-FRAP (fallecido en 1980.) Escritor especializado en literatura juvenil, es autor de “El Desaparecido” escrito en septiembre de 1978, en memoria de Cipriano Martos:
Frío.
Oscuridad de mina de lignito. Ni el menor asomo de luz. Ni de sol, ni
de carburo. Contengo la respiración, los latidos, y tan sólo escucho el
silencio, como un grito.
Quiero
mover los dedos de las manos, de los pies. Quiero mover las muñecas,
los tobillos, el espinazo. Quiero mover las caderas, la cintura, el
tronco, el cuello, la cabeza. Y no puedo. ¡No puedo!
Estoy atado a un sillón monacal, desde las uñas de los pies a la punta de los tobillos.
En
mi cuerpo desnudo siento en toda su extensión el pálpito de las heridas
abiertas, de las quemaduras infectadas, de los moratones tumefactos y,
por dentro, el crujir de huesos rotos y el derrame de vísceras
desgarradas.
Quiero abrir los párpados. Quiero despegar los labios. Y tampoco puedo. Están pegados.
Resoplo por la nariz y suena como el llanto de un niño. Y escucho estruendo de carcajadas. Y un grito:
¡Basta!
Y una voz imperativa de mando, más imperativa y de mando que en días anteriores: ¡Quitadle los esparadrapos!
De
un tirón, me quitan el esparadrapo de la boca, y los labios, ya
despellejados, vuelven a rezumar sangre. De un tirón me quitan el
esparadrapo de los ojos, y me arrancan las últimas pestañas y las
legañas purulentas. Luz. Sólo luz que me hace cerrar apretadamente los
ojos. Mil vatios han penetrado en la retina, hundiéndose en un abismo
negro. Por enésima vez. Y para mí nueva voz imperativa demando:
¡Despertadle!
Una
ducha de agua helada cae sobre mi febriciente cuerpo desnudo. Tirito.
Mis dientes castañetean. Y siento la médula congelarse en un
resquebrajamiento de huesos. Abro los párpados y vuelvo a cerrarlos. Me
colocan unos aros oculares que fuerzan tener los ojos desmesuradamente
abiertos. Son dos brasas. Ardiendo.
Y la voz ultraimperativa de mando: ¿Tu nombre?
Y
mi boca seca, sin el menor rastro de saliva, contesta como el muñeco
roto de un ventrílocuo. Vuelve a pronunciar la misma cantinela de un
día. Y de otro. Y de otro. Y de otro… Cipriano Martos Jiménez.
¿Natural?
Huétor-Tajar, Granada.
¿Nacido?
Cinco de julio de mil novecientos cuarenta y cinco.
¿Hijo de…?
Cipriano y Manuela.
¿Residencia?
Reus.
¿Domicilio?
Calle Catorce de Abril, número tres.
De la luz, vino el rayo de un puño que me aplastó el mentón.
¡Esa calle no existe! ¡Ni en Reus, ni en ningún lugar de España!
En Reus si existe, en los barracones de la Osa Menor, en la prolongación de la avenida del general Prim.
¿Profesiones que has tenido, si es que has tenido alguna?
Jornalero en la vega granadina de Huétor-Tájar. Minero en Castellote, Teruel. Y albañil, aquí en Reus.
¿Por qué dejaste el campo?
Porque cuando volví a mi pueblo, después del servicio militar, no encontré trabajo.
¿Dónde hiciste el servicio militar?
En Sevilla.
¿Jurarías bandera, por supuesto?
No. Otro puñetazo, salido de la luz, se incrustó en mi pómulo izquierdo.
¿ Y eso?
Estaba en el calabozo.
¿Por qué?
Porque le dije al capitán que así como mi padre juró la bandera republicana, yo sólo podía jurar esa bandera y no otra.
Una bota zigzagueando desde la luz, me golpeó el esternón. Dejé de respirar.
¿Y cómo te hiciste minero?
Silencio. Seguía sin respirar. Y la voz imperativa de mando gritó.
¡Contesta!
Y una mano enguantada me abofeteó repetidamente: uno dos, uno dos, uno dos… ¡Refrescadle!
De nuevo la ducha helada cayó sobre la caliente desnudez de mi cuerpo en llaga viva. Respiro hondo. Tirito. Tartamudeo:
Me..
me… me hice minero por… por… porque otros de mi pueblo se hicieron …
Tra…tra…trabajan en las minas de lignito del… del …del Bajo Aragón.
¿Y por qué dejaste de ser minero?
Por establecer la OSO en toda esa comarca minera…
¿La osoqué?
La Oposición Sindical Obrera. Contra los Sindicatos Nacionales, contra las Leyes Fundamentales del Reino…
¿Te das cuenta, muchacho, que eso es una ilegalidad como una catedral? ¿Y cuándo fue eso?
En mil novecientos setenta.
¿Y cómo fue venir a Reus?
Por otros paisanos andaluces mineros.
¿Mineros de dónde?
De Utrillas o de Escucha o de Andorra o del propio Castellote, en cuyas minas trabajaba.
¿Nombres?
Ninguno.
Unas barras de hierro, a diestro y siniestro, empezaron a golpearme los codos, las rodillas, los tobillos.
¿Nombres?
¡Ninguno!
¡Basta! -y dejaron de golpearme-.
¿De
dónde venías la madrugada del treinta de agosto del presente año de
gracia de mil novecientos setenta y tres, cuando te detuvieron?
Del tajo.
¿A las tres de la madrugada?
Estrapalucio de carcajadas: ¡Ja -ja-ja…aj-aj-aj…!
¡Silencio! ¡Responde, muchacho!
Tuvimos que rescatar a varios compañeros que habían quedado atrapados por corrimiento de tierras en las cimentaciones.
Sin
contemplaciones, quiero nombres, nombres no sólo de los que componen
contigo la ilegalísima Oposición Sindical Obrera, también tu partido
comunista marxista-leninista, nombres y direcciones de Reus, de
Barcelona, de Madrid y de donde sea… ¡Y ya! ¡Ya!
¡Ninguno!
Sombras encapotadas, coronadas por tricornios, agitándose.
Pero
-voz imperiosa de mando aflautada- este muchacho está fresco,
totalmente fresco ¿Qué medidas le habéis aplicado para que confiese?
Todas las habituales.
¿Corriente eléctrica en los testículos?
Sí, por supuesto.
¿Púas de acero por debajo de las uñas hasta el metacarpo?
Sí, por supuesto.
¿Soplete en las tetillas y a discreción?
¿Y cuántos días lleváis así, sin el menor resultado?
Desde la detención, el treinta de agosto, hasta hoy, diecisiete de septiembre.
¿Habéis probado con “el cóctel de la verdad”?
No.
¿A qué esperáis? ¡Traed el vitriolo!
Inmediatamente
me desataron la frente del respaldo del sillón monacal, arrancándome
muchos cabellos. Y me doblaron la cabeza, mirando al techo. Uno me
apretó con sus dedos enguantados las narices y otro me abrió la boca con
unas tenazas de acero, las que usan los otorrinolaringólogos para
operar las amígdalas.
Y un chorro continuo de ácido sulfúrico penetró en mi boca como una espada de fuego que me atravesó de la garganta al recto.
¡Basta!, y el que sujetaba la botella del vitriolo fue empujado a un lado.
Danzan
negros tricornios charolados. Por mi boca sale espuma del mar
Mediterráneo. Danzan capotes verdosos cubiertos de rocío de sangre.
¿Dónde el verde viento, las verdes ramas? ¿Dónde el barco sobre la mar y
el caballo en la montaña? ¿Dónde mi Huétor-Tájar de Granada?…
Grito:
¡Nunca me arrancaréis mi alegría y mi persona!
La voz ultraimperativa de mando chilla:
¡¿Nombres y direcciones?!
Silencio.
Alguien se acerca. Siento su cabeza, su oído pegado a mi pecho. Se yergue y exclama:
Este muchacho ha muerto.
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