Segunda Transición

Tras la dictadura franquista una ardua lucha cargada de conflictos, dudas e incertidumbre, se produjo lo que se conoce como la transición democrática. Con las elecciones de 1982, en las que el PSOE salió victorioso, a ojos de la población, comenzó a que el río volvía a sus cauces. Dirigido este nuevo régimen hacia el progreso, el estado del bienestar y a la entrada de España en las instituciones europeas. Mayor libertad e igualdad pareció palparse en el ambiente. No obstante, todo fue pura utopía teórica, palabrería, murmullos políticos cargados de aire, de falacias y argumentos de doble rasero.
 
De este modo, tras el franquismo se dió pie a una democracia viciada y estigmatizada, llena de matices sombríos y oscuros. Por ello, cabe preguntarse si ciertamente el sistema político que surgió después de la caída del franquismo se trata verdaderamente de una democracia.
Platón, filósofo griego, sobre el 400 a.C. trató sobre los distintos sistemas políticos posibles y curiosamente definió lo que él llamaba timocracia. Para Platón timocracia se trata de un sistema de gobierno basado en el honor. Es decir, un sistema en el que el poder lo adquieren quienes son poseedores de un cierto estatus (capital, bienes privados, etc.) ¿A nadie le suena?

Por lo tanto el paso del franquismo al sistema de gobierno actual debería ser renombrada como ‘transición timocrática’ (¿Por qué querrán eliminar la filosofía del sistema educativo?).
Dentro de este contexto debería ser pensado qué camino tomar. O bien, un camino lleno de ‘res’ por parte de los mismos de siempre (reestructuración, reformas, redescripción, etc.); o bien, escribir de nuevo las bases sobre las que edificar el futuro. Sin duda me decanto por la segunda vía, la del cambio radical (que no violento), para ello serán necesarias ingentes dosis de concienciación cultural (apartada obviamente de los intereses de los actuales dominantes poderes tecno-científicos propios del capitalismo), mucho debate, consenso.

El cambio no tiene por qué darse de forma súbdita y repentina, puede ser gradual. Dicho cambio no se trata meramente de una revolución política, entra mucho más en la esencia de la sociedad, y es que, parafraseando a Camus: “con la rebelión nace la conciencia”. De no ser así la situación devendrá insostenible tanto a nivel individual como social.

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