El debate acerca de la correcta caracterización de Franco y el franquismo en lo referente a sus relaciones con el fascismo y el nazismo,
ha sido especialmente intenso en las últimas décadas. En concreto,
precisar o aclarar la naturaleza del franquismo, su grado de compromiso
con esas ideologías totalitarias, la franqueza de las declaraciones que
hacía Franco o los falangistas
sobre su adhesión a esos regímenes. Poco ha contribuido a ello el uso
habitual de fascismo/fascista como dicterio o arma arrojadiza, de dudosa
elegancia, en muchas discusiones. Basta ojear cualquier periódico
digital que hable de este tema para encontrar los calificativos de
dictador, asesino, genocida y, por supuesto, fascista, aplicado a Franco
y su régimen. Veamos su valor descriptivo de lo que fue la dictadura
franquista.
Si hemos de creer a un falangista como Dionisio Ridruejo,
ellos eran fascistas y se enorgullecían de serlo. Dice: “Se me ha
preguntado más de una vez si los falangistas de 1936 éramos fascistas.
Siempre he contestado afirmativamente. A otras personas, que también lo
fueron, esa admisión les parece inaceptable, acaso porque no han
sometido a un lavado crítico sus antiguas convicciones. Es cierto que José Antonio Primo de Rivera
dio muestras de desear distanciarse de los modelos llamados
totalitarios y que algunos de sus consejeros eran más maurrasianos que
devotos de Mussolini o de Hitler.
También es cierto que el falangismo era una ideología en formación y es
posible que hubiera tenido una crisis si el resultado electoral del 36
hubiera sido otro. Este resultado electoral, sin embargo, llenó sus
filas de masa netamente derechista que iba a Falange porque veía en ella
el portavoz del fascismo español, de la acción minoritaria violenta
para la conquista del Estado”. Cosa distinta es que Franco asumiera el
ideario falangista.
Sería a partir de julio de 1936 cuando Falange, concebida como
partido único adquiere un alto grado de imitación respecto a los modelos
italiano y alemán. De lo que cabría concluir que el movimiento más
propiamente fascista no fue el de la Falange originaria, sino el creado
por Franco a partir del inicio de la guerra y, sobre todo, tras el
Decreto de Unificación de 1937. Pero equiparar fascismo y franquismo
resulta problemático porque los contextos ideológicos, políticos y
sociales en los que surgieron tales regímenes fueron muy distintos. A
diferencia de Alemania e Italia, la sociedad española hubo de
enfrentarse a una guerra civil que no fue consecuencia de la dialéctica
fascismo/antifascismo, sino de la de revolución/contrarrevolución. Salvo
en España, no existió en la Europa occidental una izquierda tan radical
y extrema como la anarquista y la comunista.
Este modo de proceder presenta el grave inconveniente de integrar en
un mismo género político-ideológico al fascismo italiano y al
nacional-socialismo alemán, con sus respectivas profesiones de fe pagana
y atea, respectivamente, con el falangismo español y su apelación a una
Revolución fundada en los más altos valores espirituales del
cristianismo. Diferencia esencial entre unos y otros que, por cierto, a
los falangistas precisamente no se les pasó y no les pareció secundaria o
circunstancial. De ahí su resistencia, o ambigüedad, a la hora de
asumir el término fascista como elemento de definición. La Falange no
tuvo contacto con los partidos nazi y fascista. A José Antonio no le
agradaba su carácter ateo/pagano; no sentía ninguna admiración por
Mussolini del que decía que se había limitado a crear un mito. Pese a
aceptar el carácter fascista de Falange pronto lo desmiente. Falange se
separa de nazis y fascistas: es católica; equiparan su ideología a la
política nacionalista de los Reyes Católicos; y la religión se hace más
fuerte a medida que avanza la guerra.
En cuanto a Franco se puede afirmar que nunca fue fascista, en
sentido estricto. Tenía una mentalidad estratégica que se adaptaba a
cada situación. Los falangistas cometieron el error de pensar que Franco
se identificaba con la ideología falangista. Pero Franco no creía en
ninguna ideología, era un militar de academia formado en la lógica de la
estrategia militar, que aplicó toda su vida al gobierno de España. No
creía en los políticos ni en los intelectuales. Eran necesarios pero
controlados desde un poder superior, que era el militar. A Franco no le
tembló la mano a la hora de firmar condenas de muerte: en toda guerra,
para ganar, tiene que haber bajas. Aprendida en la milicia es su
división del campo en dos partes, la de los amigos y los enemigos, a los
cuales hay que combatir hasta la muerte. La II República le había
convencido de la inutilidad de los políticos y de las veleidades de los
intelectuales. No creía en ellos. Los usaría pero con esa mentalidad
militar: Falange, Acción Católica, ACNP, Opus Dei. Solo hay un grupo al
que siempre tuvo a su lado, la jerarquía católica: esa será una de las
permanentes críticas de la Falange dado que la Iglesia estaba alineada
con la parte más reaccionaria y conservadora de la sociedad española.
Franco siempre escondió su estrategia e hizo creer a todos que estaba
con ellos, cuando en realidad no era así.
Franco impuso su estrategia de acercamiento a nazis y fascistas
intentando convertir a España en unaúltima ratio”. tercera potencia. Pero dejó de
hacerlo cuando esto empezó a ser estratégicamente comprometido. Tal es
la tesis que han defendido historiadores como Payne y que ha sido
corroborada ampliamente por los testimonios procedentes del mismo
Hitler. Tiene razón Ridruejo cuando niega el calificativo de fascista
aplicado a Franco. Dice: “Franco no era fascista. Lo que a Franco le
interesaba totalizar era únicamente el mando. Mando y obediencia habían
de ser las relaciones recíprocas entre la jefatura y el Partido, el
generalato, el Ejército, la presidencia y el Gobierno”. Todo estaba
vinculado a su decisión suprema, pero él nunca estaría supeditado al
Partido, como había ocurrido en alguna medida con Stalin y Hitler, y, de
forma paradigmática, a Mussolini que fue forzado a dimitir por el Gran
Consejo fascista (el Partido). Era una lección que Franco tenía
aprendida. Sigue Ridruejo: “En las perspectivas de Franco tales
vinculaciones resultaban inadmisibles. Él se organizó una figura
trinitaria en la que la persona soberana era una –e incondicionada– y
sus funciones tres: el Partido, las fuerzas armadas, el Gobierno, sin
que estas funciones pudieran interferir las unas en las otras. El
Gobierno no dependería jamás del Partido ni del Ejército. El Partido
sería instrumental. El Ejército, un delicado aparato de obediencia
automática, en el que residiría –latente– la
Si se entiende el fascismo sólo como la aspiración a establecer una
nueva sociedad jerárquica y orgánica, con la que superar la anemia de la
sociedad moderna, entonces, ciertamente, Falange sería un movimiento
fascista (con el inconveniente de haberse devaluado la nación al
ensancharse por su base).
Fuente: Zaratiegui.net
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