" No, lo de Alsasua no es terrorismo. Lo de Zapata no era terrorismo. Lo de los titiriteros no es terrorismo. Aunque les hubieran pegado por ser guardias civiles. Incluso así, eso no es terrorismo"
Dijo el Rey en un momento de su analizado discurso en
las Cortes que “en un Estado de Derecho la primacía de la Ley elimina la
arbitrariedad de los poderes públicos”. Y lleva razón o debería
llevarla. Tal premisa debe ser una realidad y no un desideratum. Así que
por mor de hacer caso a Su Majestad me veo forzada hoy a escribir este
artículo. Tengo ante mí la obligación moral de hablar de lo de Alsasua
porque en el caso de la agresión -brutal y execrable- a los guardias
civiles veo toda una subversión del concepto que con tanto tino nos
recordó el Borbón el otro día.
A día de hoy hay nueve
personas que se juegan penas de entre 10 y 15 años por propinar una
paliza con el resultado de lesiones en dos personas. Es decir que el
fiscal les pide la misma pena por las contusiones, moratones y un
esguince grave que por matar a una persona. Lo hace porque considera que
tal comportamiento fue “terrorismo”. No lo pensaba así la juez de
Alsasua que los dejó en libertad con cargos acusados de lesiones y
atentado. Pero después de una preclara agitación en redes sociales y en
prensa acudiendo a remover los sentimientos de la gente, que poco suelen
tener que ver con la justicia y la equidad, dieron en quitarle el caso a
la de Alsasua para dárselo a la de Génova.
Tampoco me extraña. Era lo que esperaba desde que el
propio presidente del Gobierno en su cuenta Twitter, publicó un tuit
firmado -para resaltar que era personal- en el que se refería a suceso y
comunicaba: “No habrá impunidad”. MR. Lo firmaba con solemnidad. No voy
a pensar que MR nos quería decir que los delitos que él no promete
perseguir en Twitter quedan impunes así que comprendí -a buen entendedor
pocas palabras bastan- que este era un tema en el que Rajoy tenía un
interés especial. Y eso no es baladí. No lo es si luego uno ve a la
fiscalía rabisalsear de aquí para allá para acabar llevando el caso bajo
la rúbrica de terrorismo a la Audiencia Nacional.
No lo hizo y mandó
además a prisión preventiva a 7 personas. A prisión. Ya, que también lo
hicieron con los titiriteros y ya sabemos lo que pasó. Ya, que se habían
presentado voluntariamente y no había que prever que fueran a
sustraerse a la acción de la Justicia. Ya. De momento se van mamando una
temporadita. Luego si hay que soltarlos, como a los titiriteros, eso
que se llevan puesto. Sólo que estremece que eso suceda en un Estado de
Derecho. Lo mismo que estremece que se haya tenido sometido a un proceso
penal por terrorismo a Zapata -que nos ha costado 100.000€- para
rentabilizarlo políticamente cuando estaba claro, para cualquiera que
fuera objetivo en su juicio y supiera algo de Derecho, que iba a
resultar absuelto.
Lo mismo sucede con los de
Alsasua. Yo creo en la Justicia, por eso sospecho que aunque sea en el
Tribunal Supremo, al final sabremos que lo de estos energúmenos no era
terrorismo. Entonces a lo mejor la pugna política por la pérdida del
poder de UPN en Navarra ya está en otro punto y da igual. La cárcel se
la habrán comido ellos.
Había una larga tradición
doctrinal y legislativa en nuestro país en torno al terrorismo de ETA.
Para que un acto delictivo fuera terrorismo tenía que cumplir con cuatro
notas: que fueran actos graves realizados con medios especialmente
violentos, que comportaran peligro para la vida y la integridad de las
personas, que trataran de influir ilegalmente en la toma de decisión de
asuntos políticos y que se hallaran orientados a subvertir el orden
político constituido.
Con esas premisas se dio la
batalla legal contra ETA durante décadas con buen resultado. Según las
mismas, es evidente que lo de Alsasua no es terrorismo de ETA por mucho
que la juez Lamela copie a la Guardia Civil y nos diga que los hechos
forman parte “de la dinámica creada por ETA y KAS-EKIN para exigir la
retirada de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado de Navarra”.
No cumple con los requisitos y, por otra parte, obvia la premisa lógica
de que el hecho de que uno coincida con la opinión o demandas de un
grupo no quiere decir que forme parte de ese grupo.
Claro que en 2015 se reformó el Código Penal para introducir una reforma
que se dijo necesaria para poder perseguir el desestructurado
terrorismo yihadista. Tampoco es que hiciera falta puesto que los
autores del 11-M fueron condenados sin necesidad de cambiar la
legislación, pero se nos vendió así una definición más abierta y aún por
acotar por el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional.
Pues bien, esta reforma realizada para protegernos del yihadismo es la
que se aplica a los de Alsasua. Por cierto, ETA abandonó la lucha armada
hace cinco años. Hay que recordarlo porque muchos siguen sin darse por
enterados.
No, lo de Alsasua no es terrorismo. Lo de
Zapata no era terrorismo. Lo de los titiriteros no es terrorismo. Aunque
les hubieran pegado por ser guardias civiles. Incluso así, eso no es
terrorismo. Cada poco asistimos en Madrid a una agresión contra el
colectivo gay -muchas con palizas más graves- por pura homofobia de
grupos de ultra derecha y nadie ha dicho que sea terrorismo.
Escribo todo esto a sabiendas de las imprecaciones e insultos que va a
provocar -que me importan poco- porque siento que en eso debía ser
honesta. Y para los idiotas que me digan -que los habrá- que no
argumentaría lo mismo si se lo hubieran hecho a un familiar, sólo para
ellos, les recuerdo que yo sí he vivido décadas junto a personas
amenazadas, que yo sí he tenido miedo a que no volvieran, que yo sí he
tenido que vivir con la falta de libertad de tener a la policía en mi
vida y que yo si he vivido que te impidan moverte libremente. Las
emociones nada tienen que ver con mi análisis. Espero que con el suyo,
tampoco.
Autora: Elisa Beni
Fuente: Zona Crítica
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