Ramón Acín: un ser poliédrico apagado por el franquismo

Ramón Acín Aquilué (1888 – 1936) es una de esas sombras que la luz de la historia aún tiene que iluminar. Desde aquí podemos analizar lo que nos dejó, pero quienes lo conocieron más de cerca nos lo describen resumidamente como “un hombre bueno”. Fue uno de esos desafortunados, entre tantos, sometidos por sus ideales de libertad. Pasó varias veces por la cárcel, y como consecuencia de participar en la Sublevación de Jaca en diciembre de 1930, se exilió a París. No obstante, uno de sus pasos por prisión también se dio tras la proclamación de la II República, por su solidaridad con las huelgas obreras. En esta última pena dejó unas llanas pero conmovedoras palabras para sus hijas Sol y Katia: “…los que estamos aquí presos nos han traído porque queremos que los niños y sus papás y todos vivan más alegres y mejor y todos pasen el verano en sitios bonitos que hoy sólo pueden ver los que tienen perricas y eso no debe ser y muchos protestamos y a Galán lo mataron”. 

Cuando hablamos de Ramón Acín hablamos de un particular personaje nacido a finales del siglo XIX en Huesca, cultivado, capaz de reconocer y apreciar las nuevas tendencias artísticas incubadas en los primeros años del siglo XX, y de un promotor del desarrollo de una nueva manera de ver el arte. 

Teniendo en cuenta sus tendencias políticas e ideológicas, podemos entender, que no compartir, que Ramón Acín minusvalorase su arte, dado que a su parecer era una afición burguesa que atendía dejando de lado asuntos de mayor importancia. Pese a que algunos podamos pensar que se equivocaba, tampoco tuvo tiempo para replantearse esta posición a causa de su temprana e injusta muerte (o más bien, por su temprano y, por supuesto, injusto asesinato por parte de las fuerzas franquistas). 

No sólo primó la vanguardia en su arte, sino en la manera de plantear la pedagogía. Acín dedicó su vida a renovarla. No obstante, no dejó ninguna muestra tangible de cómo serían para él esas innovaciones pedagógicas, no nos legó ningún canon establecido. Su yo artístico, pedagógico, y personal, se funden en una amplia gama de artículos periodísticos, de obras de arte y en una gran labor como anarcosindicalista. 

Dirigente de la CNT oscense, no era un político al uso. A modo introductorio, hemos de considerar a Acín un anarquista blanco, contrario a posiciones más beligerantes, sectarias, y extremas. Se ha de tener cautela y prudencia a la hora de tachar a alguien como anarquista: el anarquismo es un amplio paraguas de ideas que no todos los considerados anarquistas comparten… El anarquismo tiene unas fronteras lábiles y posee una naturaleza heterogénea en cuanto a ideología y disparidad de proyectos políticos. Por tanto concluimos que nunca ha habido un anarquismo: ese paraguas de ideas cubre desde el más individualista al societario y sindical, pasando por cantidad de corrientes que muchas veces ni siquiera tienen que ver entre sí. También sería relevante tener en cuenta la relación entre el tiempo de Acín y el nuestro, el presente. A modo de resumen, podemos decir que es difícil encasillar como anarquista a Acín, dada la poca sistematicidad de su pensamiento político, a lo que se suman las contradicciones a las que dio lugar. Él describía su ideario como una “moral universal y comprensiva que consiste en el cariño a la naturaleza y el respeto al individuo y a la especie”, y “el mundo al que yo aspiro es un mundo de tolerancia y amistad”. 

Acín, utilizó tanto el arte, la escritura y la pedagogía como arma para intervenir en la sociedad de su tiempo. Cabe esperar que tocando tantas facetas cayese en contradicciones entre sus distintas dimensiones; y sí, lo hacía. No obstante, tal vez resulte inevitable en unos tiempos trémulos en conjunción con alguien con tantos intereses e inquietudes. 

Él mismo afirmaba que “lo mismo en política que en el arte, la homogeneidad es empobrecedora” y que “la multiplicidad de puntos de vista es más hermosa y hace llegar más lejos”. Y no le faltaba razón. En cuanto a pintura, mantuvo que, más que artista que expone “cosas de arte semiburgués”, lo que primaba por aquél entonces era “ser grano de arena que se sume al simún que todo lo barrerá”. Por otro lado, al hablar de escritura, decía que lo que trataba de hacer era provocar “un latigazo en pleno rostro al que lo leyere”, que “nuestro lenguaje despertase en el lector emociones e hiciera asomar en las almas el noble sentimiento de humanidad”. Además, añadía, “la buena escritura llega solamente cuando la bilis nos ahoga o cuando nos salta el corazón

Tras sus textos de prensa podemos observar a un activista social: empezó participando en el mundo periodístico a modo de dibujante y humorista, pero con el tiempo acabó siendo escritor, o más bien, polemista. Sus escritos pasaron a ser un manifiesto de sus ideas. En los primeros podemos apreciar un adolescente explosivo con ganas de cambiar radicalmente el mundo. No obstante, si seguimos leyendo sus textos cronológicamente podemos intuir que Acín, con el paso del tiempo, fue adquiriendo una visión de la realidad más compleja: en cuanto a forma, se volvió menos beligerante, menos cruento, pero más efectivo. Con su manera de escribir, con su dialéctica, conseguía llegar a toda clase de públicos y lectores. Sin embargo, suscitó el odio de los más conservadores, que rindieron cuentas con él tras la sublevación de Jaca en 1936.

Ramón Acín experimentó tanto con la pintura, con la escultura, con la ilustración como con el humor gráfico. Se puede llegar a pensar que el espíritu rebelde y vanguardista del autor no podría casar con los tintes costumbristas que estaban presentes en artistas como Luis María López de Allué, sin embargo, el estilo de Acín podría ser definido como una síntesis a la que será fiel hasta el final, caracterizada por cumplir con la modernidad sin dejar de lado los puntos románticos de su tierra sin caer en el regionalismo. Podría denominarse como un neohelenismo altoaragonés. “Mi oscensismo, mi aragonesismo, mi hispanismo, tienen un tope; terminan a rajatabla, cuando no son compatibles con un sentimiento universal y humano”.

La Feria“: Óleo sobre lienzo.
En cuanto a pintura, tuvo como primer maestro a Félix Lafuente2, con el que tuvo las primeras incursiones en el modernismo y en el postmodernismo de principios del siglo XX. En sus primeros años, destilaba trazos coloristas llenos de vida y materia, que poco a poco se matizarían hasta llegar a una pintura que poco distaría del dibujo. Se trataría de una pintura totalmente esquemática, que solamente se vería cuestionada con la obra “La Feria”, realizada entre 1927 y 1928. Por otro lado, podemos advertir su influencia vanguardista adquirida en aquel tiempo que vivió en París exiliado. Los “ismos” no pasaron en vano por su trayectoria como pintor, estuvieron presentes hasta que encontró su propio camino y elaboró su propio estilo. En su etapa de madurez, son frecuentes los retratos de mujer, donde admira la belleza del desnudo femenino, inspirado por su visita al Museo Nacional del Prado donde pudo deleitarse con la “Maja desnuda” de Goya, de “Venus y Cupido” de Velázquez, así como de la copia de la “Gioconda” que se encuentra en el museo (aunque este no se tratase de un desnudo). Acín inició una vía estética basada en la infancia y lo primario, en la inocencia del desnudo, así como criticó la moral de aquellos para los que el desnudo es pecado.

                                               Muchachas“: Óleo sobre cartón.
Nuestro protagonista no se desprende del concepto de la línea cuando toca el arte de la escultura. Su fuerte se halla en el volumen, en la línea volumétrica. Las obras realizadas a finales de los años veinte muestran esa afición por la línea y una sobriedad que lindaba con la modestia. Sin embargo, los últimos años de Acín están marcados por un gusto por el urbanismo y la escultura monumental. En relación con esto último, es interesante saber que pensaba que toda clase de arte estaba subordinado a la arquitectura, y con la escultura no era menos. Quería ser un arquitecto global, y quería que su participación artística fuese parte del proceso constructivo de una sociedad nueva. Su escultura está ligada a la arquitectura, encuadrada entre el Art Déco y el racionalismo, lo que hace que conciba sus esculturas dentro de un espacio arquitectónico transitable, como es el caso de sus Pajaritas en el parque de Huesca (1925). No son simples piezas sin contexto, sino que forman parte de un entramado arquitectónico totalmente pensado y vivido. 

También tuvo su sitio en el campo de la ilustración. Sus primeros diseños modernistas, que beben de las enseñanzas de su maestro Félix Lafuente, fueron plasmados en el programa de fiestas de Huesca de 1911. Sus esbozos se simplificarían a partir de los años veinte del siglo pasado, ofreciendo soluciones gráficas y estéticas novedosas, destacando el cartel anunciador que hizo para su compañero Ramón Gómez de la Serna, así como el cartel del Centenario de Goya, o el anuncio para su exposición de mayo de 1932 en el Círculo Oscense. 

Destacó por último en el ámbito del humor gráfico. El sentido del humor que destilaba Ramón Acín, junto con su talento caligráfico, le ayudaron a hacerse un sitio en la prensa para realizar viñetas de tinte satírico. Su primera caricatura conocida fue publicada en el semanario satírico “Don Pepito” el 31 de diciembre de 1911. “Las víctimas de la semana” representaba un pavo que suplicaba frente a un cocinero que le amenazaba con un gran cuchillo: Indúltame, que soy de Cullera, haciendo alusión a las injusticias provocadas tras una huelga convocada contra la guerra de Marruecos, en la que el Juez de Sueca y un aguacil fueron brutalmente asesinados. Tras estos sucesos fueron condenados a pena capital seis huelguistas, que posteriormente serían indultados por movilizarse en contra de la pena de muerte. Acín no sólo se movía en prensas radicales, sino en algunas más moderadas, ganándose de esta manera un mayor número de lectores. Su trabajo como humorista gráfico tuvo su caducidad hacia 1926, pero hasta entonces publicó una serie de viñetas en las que se veía reflejado su característico humor inteligente: las postales críticas dedicadas al II Congreso de la Historia de la Corona de Aragón (1920) o el librito Las corridas de toros (1970). También fueron comunes en su obra los proyectos anti – militaristas (La Ciencia Boche es invencible o Guerra a la guerra) pese a que no llegaron a la imprenta. 

No sólo fue Acín el fusilado en las tapias del cementerio de Huesca, también su mujer, Conchita Monrás. Su hija Katia expresó a través del arte su experiencia como víctima. 

Somos muchos los que no concebimos una vida sin libertad, y ellos fueron, y son, dos de los nuestros. La época en la que vivieron barrió sus nombres de la cuneta, pero, por suerte, los hemos podido recuperar, y no hemos de dejar que vuelvan a esfumarse. Los fusiles y los hombres malos hicieron desaparecer su perdurabilidad en el tiempo por defender algo en lo que creían. Los mataron por miedo, por cobardía. Pero sus ideas siguen a día de hoy, recordándonos lo que un día fuimos, ayudándonos a que no vuelva a ocurrir, un tiempo que partió el país en dos, como un rayo a un árbol.

Autor : Renata Gil Gracia
Fuente: Noitabrega

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