El oro de Moscú

El 22 de octubre de 1936 salían del puerto de Cartagena, en cuatro cargueros soviéticos, 7.800 cajas con las reservas de dinero de los españoles. Eran 510 toneladas de oro, el famoso Oro de Moscú, lo que correspondía a dos tercios de las reservas del Banco de España. A iniciativa del ministro de Hacienda de la República, Juan Negrín, el destino final de aquel dinero era la Rusia de Stalin, para ponerlo a salvo del bando rebelde. Desde esa fecha, Negrín firmó órdenes de venta para que los rusos nos suministraran armas. Sin embargo, en 1938 Rusia afirmó que las existencias de oro ya se habían agotado. ¿Era cierto? Setenta y cinco años después, las especulaciones sobre si Rusia se quedó con el dinero o éste regresó a la España de Franco siguen en el aire. Aunque en 1957 Salvador de Madariaga escribió que se cerraba “el capítulo del oro con llave de acero”, todavía hoy sigue despertando morbo y curiosidad como quedó demostrado con la película de Jesús Bonilla (2002), el Oro de Moscú.

Juan Negrín murió en París el 14 de noviembre de 1956 a causa de una crisis cardíaca. Con gran sorpresa de todos, su testamento estipuló la entrega de todos los justificantes relacionados con ese oro al gobierno de Franco. Así lo hizo su hijo Rómulo, que procedió al entierro de su padre en la intimidad sin dar a conocer el hecho al presidente del gobierno en el exilio, Félix Gordón Ordás, que se sintió fuertemente ofendido por esta decisión de Negrín. Aunque ya ilustres exiliados, como Indalecio Prieto en 1953, habían aclarado algunos puntos controvertidos del uso de ese oro, fue el artículo que Luís Araquistáin publicó en 1957 en el Diario de Nueva York, y que reproducimos, el que más preguntas e incógnitas plantearía sobre el tema.

“Recientemente el gobierno del general Franco anunció que había recibido de la familia de Juan Negrín los documentos relativos al oro del Banco de España que el gobierno de la República española depositó en Moscú a comienzos de 1937. En el supuesto de que esta noticia sea cierta, como parece, quizá no sea inoportuno recordar las circunstancias y los resultados de una transferencia del tesoro de un Estado a la cual no le encuentro precedentes en la historia de ningún país. Durante la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos de los países invadidos por Hitler, al refugiarse en Londres, llevaron consigo lo que pudieron salvar de sus erarios nacionales.

Pero hay una diferencia notable en los dos casos: los gobiernos fugitivos de Londres y sus bienes emigran juntos por causa de fuerza mayor y no se separan nunca. En cambio, el gobierno republicano español permanece en el país hasta el final de la guerra pero ya en enero de 1937, a los seis meses de comenzada la guerra y dos años largos antes de su conclusión, expide las reservas oro del Estado al país de Europa más distante de España, a Rusia. Esta preocupación por poner a buen recaudo uno de los elementos más decisivos siempre en toda guerra, las reservas metálicas, pudo ser una medida de previsión y cautela para proseguir la lucha; pero también pudo ser un indicio de desconfianza ¿En qué? ¿En el propio esfuerzo bélico? ¿En la situación interna del campo republicano? ¿O ese depósito fue exigencia de Rusia como garantía de la venta de armas a la República española? ¿O hubo algún otro motivo secreto para alejar el oro?

Me dicen que Negrín preparaba unas Memorias donde explicaría sus relaciones con el gobiernosoviético durante la guerra de España, primero como ministro de Hacienda y después como presidente del consejo de ministros. Ojala estén terminadas, y se publiquen pronto. Entretanto, solo podemos conjeturar sobre el móvil o los móviles verdaderos de esta extraña ocurrencia de confiar el oro español nada menos que a Stalin. Recuerdo mi estupor cuando lo supe de labios del mismo Negrín. En la embajada española de París tuvimos la confidencia de que el oro del Banco de España había sido transportado de Madrid a Cartagena y que la escuadra enemiga, instruida de tal desplazamiento prepara un asalto a aquel puerto del Mediterráneo para apoderarse de presa tan preciosa. Inmediatamente llamé por teléfono a Negrín al ministerio de Hacienda madrileño y le rogué que viniese a Francia para comunicarle algo importante.

Al día siguiente se presentó en nuestra embajada en París, y después de contarle yo la información recibida y encarecerle la urgencia de sacar el oro de Cartagena, él contestó sonriendo: El oro navega ahora camino de Odesa ¿De Odesa?, repliqué atónito ¿Por qué no camina a un país más próximo o que tenga relaciones de amistad más antiguas con España? (La República española, nacida en 1931, no quiso establecer relaciones diplomáticas con Rusia hasta septiembre de 1936, y entonces solo por causa de la guerra civil). Negrín me explicó que Rusia sería el único país de Europa donde el oro estaría seguro. Stalin nunca lo entregaría a Franco. Esto era verdad, como también pudimos comprobar más tarde.

El oro depositado en Rusia servía, aparte de su seguridad, para pagar al contado los suministros de guerra que el gobierno soviético hacía a la República española. Pero cuando la ayuda rusa, bien pagada, a los republicanos españoles empieza a decaer hasta paralizarse por completo en 1938 (yo estoy convencido que como una concesión voluntaria o exigida, de Stalin a Hitler, como prolegómeno del pacto ruso-alemán de 1939), ¿qué ocurre con el oro español situado en Moscú? ¿Lo puede utilizar Negrín para adquirir armas en otros países? Lo ignoro, y acaso él nos lo diga en sus Memorias; pero lo dudo mucho

La insuficiencia de armamento no fue la única causa de la derrota del ejército republicano; pero sí creo que fue una de las más decisivas. Y el armamento se hizo cada día más escaso, porque, una vez ganada o prometida la amistad de Hitler, a Stalin ya no le interesaba prolongar la guerra de España, con todos sus peligros internacionales, y por eso apenas llegan armas soviéticas en el último año de la contienda, ni se le consentía al gobierno republicano, como presumo, disponer de oro suyo depositado en Rusia para comprar las de otros mercados. Si en el encadenamiento de los hechos no hay alguno que yo ignore e invalide estas conclusiones, resultaría que la seguridad del oro buscada en Rusia para mejor defender la República española, fue en definitiva la causa más determinante de su ruina

Quien primero hizo pública la existencia de ese depósito fue el ex general Krivitsky en un artículo aparecido en el Standard Evening Post de Nueva York, del 15 de abril de 1939. Yo lo confirmé en una serie de artículos que se publicaron, en mayo y junio del mismo año, en numerosos diarios de los Estados unidos y de la América de lengua española recogidos más tarde en mi folleto “El comunismo y la guerra de España”. En ellos yo daba más precisiones que en el trabajo de Krivitsky sobre la cantidad de oro llegado a Rusia y la forma en que se hizo el depósito. La cantidad exacta fue de 510.079.52 gramos oro

En la entrevista, ya citada, que tuvimos en la embajada de París, Negrín me informó que el depósito se hizo a nombre de Francisco Largo Caballero, entonces jefe del gobierno republicano, Indalecio Prieto, ministro de Marina y Aire y el propio Negrín, ministro de Hacienda. Para el caso de que alguno de los depositarios falleciera, había cuatro suplentes: Marcelino Pascua, embajador de la República española en Moscú; Fernando de los Ríos, embajador en Washington (ya fallecido); Luís Jiménez de Asúa, ministro en Praga; y yo mismo. No sé si al morir Largo Caballero fue reemplazado por uno de los suplentes. En realidad ignoro si todo esto que me contó Negrín era una pura invención novelesca. Lo que hubiere de verdad o fantasía constará probablemente en los papeles que la familia de Negrín según se dice, ha entregado al general Franco

Unas palabras sobre esa entrega. He oído ya severas censuras para Negrín por ese motivo, incluso a uno de sus colaboradores más íntimos y fieles. Suponen los censores, al parecer, que el depósito  era como una cuenta privada en un Banco, que el depositario podía trasferir libremente a quién a él le placiera. En mi opinión, la hipótesis carece de todo fundamento jurídico. El oro no era un bien particular de Negrín, sino del Banco de España, o sea, del Estado español, y aunque lo hubiera trasferido a terceras personas o simplemente hubiera dejado que con su muerte y la de Largo Caballero, la escala de depositarios iniciales se hubiera corrido a los suplentes, suponiendo aún que estos existan como personas jurídicas, ¿hubiera reconocido Rusia la nueva trasferencia? No lo creo, y esta es la verdadera clave de la cuestión

Para el gobierno soviético, el dueño del depósito no fue nunca una persona particular, sino el Estado español. Por algo se abstuvo de reconocer al gobierno de Franco, ni al gobierno republicano en el exilio. Sabía que de hacerlo, cualquiera de esos gobiernos le hubiera reclamado jurídicamente el depósito de Moscú. Pero esta situación ha cambiado radicalmente al ingresar España en las Naciones Unidas, con el voto en pro de Rusia. De facto, en virtud de ese ingreso y de ese voto, el gobierno soviético ha reconocido al de Franco, el cual puede en consecuencia reclamar el oro español como, según fundados rumores, viene haciendo desde hace meses. La entrega de los papeles del oro es una resultante automática del reconocimiento de hecho del gobierno de Franco por parte de Rusia. Esos documentos, a estas alturas, solo pueden serle útiles a Franco, como comprobantes de la cuenta entre Rusia y España

Negrín cometió sin duda grandes errores como gobernante, y éste de enviar el oro a Rusia (probable iniciativa suya?, fue el más fatal de todos y yo se lo censuré con más dureza que nadie, estrangulando una amistad fraternal de veinte años. Pero no vayamos ahora a agravarlos viendo en esa entrega algo así como una traición póstuma, cuando solo es una rendición de cuentas que todos le pedíamos. Podía haber quemado esos papeles. No lo ha hecho, que sepamos. Se somete al tribunal de la historia. No le condenemos sin ver la causa. Paz y justicia a los muertos”

Fuente: Zaratiegui.net

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